Crónica de una Extorsión II
Por Brenda Caballero
Recuerdo las últimas
palabras del policía: “Tiene que ir al Ministerio Público que está en la calle
Miami, aunque no creo que solucione nada”.
Mi prima recomienda
hablar al 089 Denuncia Anónima Ciudadana, ya que ellos rastrearán la llamada de
extorsión, me dice. Marco y después de algunos segundos contesta una persona y
se identifica con un número. Le doy a grandes rasgos los datos y me comunica a
su vez con otra que me pide la información y narración de hechos.
Al dar el número del
extorsionador, el 5564023109, me dice que corresponde a la delegación
Cuauhtémoc (DF) y que ya cuenta con tres reportes de extorsión. A lo que le
pregunto entonces ¿Por qué no han hecho nada al respecto?
Mi interlocutor me
contesta que tenían el número porque lo habían reportado, pero que nadie a la
fecha había hecho depósito alguno a favor de los extorsionadores.
Después de mi
narración me proporciona un número de folio de la denuncia y me sugiere ir al
Ministerio Público ubicado en Miami a levantar mi denuncia.
Creo que algo no me
queda claro ¿para qué jijos sirve el 089 si tienen los datos y no hacen nada al
respecto? Tal parece que para lo único que sirven es para almacenar una gran
base de datos a nivel nacional, proporcionar cifras y sentarse a ver cómo la
delincuencia hace de las suyas.
Como estábamos cerca
de la Unidad Integral de Procuración de Justicia Número 1,ubicada en la calle Miami,
procedimos a levantar la denuncia correspondiente.
Mucha gente, y
nosotros sin comer… bueno, con el coraje y el susto ni hambre teníamos.
Esperamos unos minutos a que nos atendieran porque la señorita de Información
estaba muy atenta viendo la nueva temporada de zapatos Andrea y seleccionando
los que iba a encargar.
Ya por fin nos
canalizó con un licenciado el cual nos atendió amablemente y al que mi abuela
contó su historia, aunque después nos indicó pasar con los agentes que están en
el segundo piso para levantar la denuncia correspondiente.
Subí con mi abuela y
pregunté quién nos atendería. Una mujer que se pavoneaba nos indicó esperar
nuestro turno. Así estuvimos mientras veíamos que la Agente Especializada se
dirigía de un lado para otro saludando a todo el mundo, imagino presumiendo
pierna en su mini-vestido y tacones altos.
Mientras tanto, mi
abuelo quería ir al baño (realmente es difícil decirle a un anciano de 92 años que
se aguante un poco), así que esperamos turno en un baño unisex, porque déjeme
contarle que a pesar de atender diariamente a cientos de personas, no hay un
baño para cada sexo.
Por fin, después de
alrededor de cuarenta minutos, nos atendió la Segunda Agente Especializada, la
de la minifalda. Tal vez omití decir que en ese lapso no atendió ninguna
denuncia.
Pero bueno, por fin
íbamos a pasar. ¡Momento!, pasó sólo mi abuela porque a mí me indicó quedarme
afuera. En fin… aguardé ¡hasta que le pidió su correo electrónico! ¡Qué! ¡no
chingue! ¿Cómo mi abuela, de 80 años, va a tener correo electrónico? Si ni
siquiera sabe qué es eso.
Me van a disculpar
pero entré y le dije si podía estar con ella, a lo que contestó tajante que no,
que la denuncia era personal y que si quería que hubiese alguien, entonces
tenía que llevar a un representante. Entiendo que la denuncia es personal, pero
al menos mi presencia le hubiese dado más confianza a mi abuela (víctima de un
delito). Le pregunté por qué no permitía mi presencia si mi abuela no sabe leer
ni escribir? La agente volteó a verme y me dijo: “Yo soy la Licenciada Gabriela
Martínez ¡y usted viene prepotente!”; contuve la respiración y salí nuevamente.
Mi abuela sentada,
con su cabello despeinado, volteó a verme… no entendía lo que pasaba; sólo
quería irse de allí… sus ojos lo pedían a gritos.
Retomo mi lugar en la
sala y escucho a la “especializada agente” que le pregunta a mi abuela: “¿entonces,
después de que reconoció la llamada, fue usted a depositar?”
¡Por Dios! ésas son
preguntas inducidas; además, si hubiese reconocido la voz, se hubiese dado
cuenta de que no era su hijo y que la estaban extorsionando. Mi abuela contestó
entre balbuceos algo que no entendió la “especializada agente”, pues le volvió
a preguntar lo mismo y dijo “¡a ver, ¡vamos por partes!”
Su siguiente pregunta
fue: “¿cuál es el teléfono al que le pidieron hacer la recarga?” Tal vez no
debí hacerlo, pero lo hice y exclamé desde la sala: “No sabe leer ni escribir,
no identifica los números”… ¿cómo le pregunta eso a sabiendas de que estaba
enterada de eso? Desde su escritorio me echo tremendos ojos y le pidió los
apuntes que yo le había dado en aras de facilitarles el trabajo tanto al MP
como a mis abuelos.
¡Eso fue el colmo! Mi
abuela necesitaba a alguien que le ayudara. ¡Iba a levantar una denuncia no iba
a que la hicieran sufrir! Entré y le dije a mi abuela que nos íbamos, a lo que
la especializada agente me dijo que ya había levantado la denuncia en el
sistema y que necesitaba terminarla. Pedí sus cosas y en ese momento me percaté
que le habían inventado un correo con una contraseña, desde luego, no dicha por
ella, y que por supuesto, la “especializada agente” no entregó pero sí me dijo
con voz tajante: “¡El sistema es así! ¿Qué no sabe usted?” A lo que respondí
que sí, que por desgracia conozco el sistema. Continuó expresando: “no sé que
haya estudiado pero así es esto”. ¡No estudié!, contesté y posteriormente
agradecí la atención prestada y salí huyendo del peor delincuente: La Justicia
Mexicana.
Tal vez mi percepción
hacia la servidora pública no fue el correcto y sea la mejor agente de Xalapa,
Veracruz y el país, pero de algo estoy segura: no tiene la sensibilidad de
tratar a un adulto mayor, a quien en lugar de ayudar, apoyar, asesorar, lo
confronta a un nuevo shock: el burocratismo ajeno a cualquier acto de
congruencia y mucho menos de sensibilidad. En primer lugar, por hacerlo esperar
más de cuarenta minutos. ¿No se supone que en la sociedad se debe dar prioridad
a las mujeres, niños y ancianos?
Hoy entiendo el porqué
la gente no denuncia… sólo es tiempo perdido cuando un delincuente te jode y la
Ley, quien debiera protegerte, te vuelve a joder.