lunes, 20 de abril de 2015


DE FACHADAS Y BALCONES
FLORIDOS                                                    

La mata que da patitos
Por Nora Guerrero
Acudí al llamado de Rosita quien me recibió con su esposo, el maestro Rafael, para que los inscribiera en el V Concurso de Fachadas Floridas. Charlamos acerca de plantas que han traído de Ixhuacán –su lugar de origen- a Xalapa, para enriquecer sus jardines y de los paisajes que acortan el camino entre ambos municipios. Recordé el precioso paraje donde hay una caída de agua que refrescó el rostro de mi padre, hace un año que estuve ahí con el. Ante el comentario, el maestro Rafael expresó: “En mi segundo libro de “Mis Recuerdos”,  hablo precisamente de ese lugar”. Fue por el libro y leyó:

 “Un Paraje escondido. Hoy se me antojó escribir acerca de un pequeño rincón entre sombras, árboles, peñascos y laderas; arullado por un riachuelo que en época de lluvias lame las rocas que parecen sostener el peso de una enorme montaña. En el lugar existe un viejo puente y un atractivo y alegre regatillo que se despeña hasta estrellarse en el piso para después juntarse con las aguas del riachuelo.

“No es menos que un rincón poético al pie de la montaña, en el que el río con su cauce pedregoso, las manchas con que el musgo marca figuras en la superficie de las piedras, las frondosas hayas, algunas de ellas con caprichosas raíces descubiertas debido a la erosión causada por el agua y que con sus ramajes, junto con los de los otros árboles, forman bóvedas con penumbras en las que se ocultan el tecolote y la lechuza; la superficie inclinada de la montaña cubierta de vegetación; todo eso y mucho mas, como los cercanos ladridos, mugidos, balidos, el trinar de los pájaros y el zumbar de los cencerros, sería motivo de inspiración para cualquier poeta bucólico. Allí, en ese rincón de la naturaleza, existe una sencilla casa de campo que, construida con madera, completa el escenario”.

 El maestro me dedica y obsequia el libro que acepto gustosa y ya en casa, leo entre las primeras páginas la ‘Historia de un guaco, madreselvas y violetas’: “Cuatro años tal vez contaría yo de edad, cuando me hice amigo de la planta a la que, de ahí en adelante llamé siempre ‘la mata que da patitos’ porque las flores son parecidas a los patos (…) Mas tarde supe que ‘guaco’ es el nombre correcto de esa planta. Hablando cierto día con el actual dueño de la casa, me enteré que dicha planta aún existe.

“Como casi llego a los ochenta años de edad y la planta existía desde que yo era pequeño, deduzco que se trata de una planta longeva. Su dueño me dijo que alguna vez estuvo a punto de cortarla, pero se arrepintió porque la consideró, igual que yo, como un viejo recuerdo de familiares. Me regaló algunos trozos del bejuco y los planté en el patio de mi casa, en Xalapa, y gracias a que uno de ellos ‘prendió’ cuento ahora con una ‘mata que da patitos’.

“Entre las peñas que existen en la orilla del arrollo que pasa junto al terreno que fue de mi padre, nació una madreselva que perfumaba el aire con sus flores;… la conocí desde que era yo un chiquillo. Por ese mismo tiempo, en los intersticios de las rocas se encontraba una sencilla y humilde violeta que con sus escasas y diminutas flores, perfumaba el aire igual que la madreselva. Pasó mi infancia, mi juventud y hace algunos años llevé partes de esas plantas al patio de mi casa en Xalapa. Ahora el guaco, las violetas y las madreselvas, descendientes de aquellas que conocí en mi infancia, adornan y perfuman el jardín que mi esposa cuida con esmero y son compañeras fieles también de mi vejez”. ¡Salud, maestro! xalapaflorida@hotmail.com