DE FACHADAS Y BALCONES
FLORIDOS
La mata que
da patitos
Por Nora Guerrero
Acudí al
llamado de Rosita quien me recibió con su esposo, el maestro Rafael, para que
los inscribiera en el V Concurso de Fachadas Floridas. Charlamos acerca de plantas
que han traído de Ixhuacán –su lugar de origen- a Xalapa, para enriquecer sus
jardines y de los paisajes que acortan el camino entre ambos municipios.
Recordé el precioso paraje donde hay una caída de agua que refrescó el rostro
de mi padre, hace un año que estuve ahí con el. Ante el comentario, el maestro Rafael
expresó: “En mi segundo libro de “Mis Recuerdos”, hablo precisamente de ese lugar”. Fue por el
libro y leyó:
“Un Paraje escondido. Hoy se me antojó
escribir acerca de un pequeño rincón entre sombras, árboles, peñascos y
laderas; arullado por un riachuelo que en época de lluvias lame las rocas que
parecen sostener el peso de una enorme montaña. En el lugar existe un viejo
puente y un atractivo y alegre regatillo que se despeña hasta estrellarse en el
piso para después juntarse con las aguas del riachuelo.
“No es menos
que un rincón poético al pie de la montaña, en el que el río con su cauce
pedregoso, las manchas con que el musgo marca figuras en la superficie de las
piedras, las frondosas hayas, algunas de ellas con caprichosas raíces
descubiertas debido a la erosión causada por el agua y que con sus ramajes,
junto con los de los otros árboles, forman bóvedas con penumbras en las que se
ocultan el tecolote y la lechuza; la superficie inclinada de la montaña
cubierta de vegetación; todo eso y mucho mas, como los cercanos ladridos,
mugidos, balidos, el trinar de los pájaros y el zumbar de los cencerros, sería
motivo de inspiración para cualquier poeta bucólico. Allí, en ese rincón de la
naturaleza, existe una sencilla casa de campo que, construida con madera,
completa el escenario”.
El maestro me dedica y obsequia el libro que
acepto gustosa y ya en casa, leo entre las primeras páginas la ‘Historia de un
guaco, madreselvas y violetas’: “Cuatro años tal vez contaría yo de edad,
cuando me hice amigo de la planta a la que, de ahí en adelante llamé siempre
‘la mata que da patitos’ porque las flores son parecidas a los patos (…) Mas
tarde supe que ‘guaco’ es el nombre correcto de esa planta. Hablando cierto día
con el actual dueño de la casa, me enteré que dicha planta aún existe.
“Como casi
llego a los ochenta años de edad y la planta existía desde que yo era pequeño,
deduzco que se trata de una planta longeva. Su dueño me dijo que alguna vez
estuvo a punto de cortarla, pero se arrepintió porque la consideró, igual que
yo, como un viejo recuerdo de familiares. Me regaló algunos trozos del bejuco y
los planté en el patio de mi casa, en Xalapa, y gracias a que uno de ellos
‘prendió’ cuento ahora con una ‘mata que da patitos’.
“Entre las
peñas que existen en la orilla del arrollo que pasa junto al terreno que fue de
mi padre, nació una madreselva que perfumaba el aire con sus flores;… la conocí
desde que era yo un chiquillo. Por ese mismo tiempo, en los intersticios de las
rocas se encontraba una sencilla y humilde violeta que con sus escasas y
diminutas flores, perfumaba el aire igual que la madreselva. Pasó mi infancia,
mi juventud y hace algunos años llevé partes de esas plantas al patio de mi
casa en Xalapa. Ahora el guaco, las violetas y las madreselvas, descendientes
de aquellas que conocí en mi infancia, adornan y perfuman el jardín que mi
esposa cuida con esmero y son compañeras fieles también de mi vejez”. ¡Salud,
maestro! xalapaflorida@hotmail.com