DE FACHADAS Y
BALCONES
FLORIDOS
FLORIDOS
CINCO GENERACIONES
Por Nora Guerrero
Desde que llegué al salón de Belleza de doña Soledad, quedé impresionada
con las hiedras y los listones colgando
del balcón, azucenas, anturios y ramos de la reina asomados por el barandal y geranios
extendiendo sus floridos brazos. Fue hace un año, cuando la invité a participar
en el Cuarto Concurso de Fachadas. Mientras, la inscribía, observé como cortaba
a navaja el cabello de su clienta y quedé impresionada por la delicadeza y
parsimonia de sus movimientos…En el espejo, poco a poco iba apareciendo un
rostro nuevo.
Su salón tiene 50 años, comenzó en la avenida Revolución y
después pasó a un barrio de las calles de Guerrero. Cuando construyó con su
esposo su casa nueva, hace dos décadas, destinó un espacio para su salón en la
planta baja, lo que le permite estar al tanto de la familia. En el, puso plantas
de teléfono y otras enredaderas que adornan paredes y espejos, dando vida y
belleza al espacio de trabajo que comparte con su hija. Los clientes le han ido
formando una colección de ranitas que comenzó con una pareja que le obsequió su
esposo.
¿Por qué el gusto por
las plantas? –pregunto y emocionada responde: “Mi mamá tenía muchas plantas. En
su casa de El Chico, había una escalera de treinta escalones, tenía plantas de
lado y lado, arriba del lavadero y al pie tenía una mata con una enredadera que
se cargaba de flores color naranja y se cruzaba con una Santa Rosa y otra que
daba ramos de florecitas llamadas lluvia. Tenía dalias de diversos colores y se
iba a traer tierra fértil a las fincas de café. En los paredones, a un costado
de la escalera, mamá sembraba erizos y chayotes de gran tamaño, recuerdo uno
que medía medio metro. Mi padre les hacía un enrejado con horquetas y palos y
de ahí pendían los grandes erizos”.
“Mamá tenía en el jardín
un guayabo y un árbol de coyol amarillo muy dulce y un zapote rojo de monte. Había
un portón que daba a la calle y dejaba ver los capotes, geranios y margaritas.
También tenía hortaliza: espinaca cimarrona, rábanos, lechuga y acelga que consumíamos
y también le compraban los del pueblo. Mi padre tenía naranjal, platanar, café
y sembraba nísperos alrededor de los cultivos, a manera de cerco. Cultivaba tomate
rojo de bola, maíz y frijol, para consumo y venta. Mi papá y su hermano, tenían
un beneficio de café”. Y continúa: “Mi abuela tenía plantas, pero no muchas.
Después de sus labores de la cocina, se iba con ellas, les cambiaba la tierra
por la de finca y les limpiaba la hojarasca”.
No es de extrañar que ya en su casa, Doña Soledad comenzara
poco a poco a ajardinar sus espacios: Primero las rosas, luego los anturios,
los geranios y muchas otras. En el balcón tiene una mata de papaya enana de la
que ya han comido ricos frutos y en la azotea cultiva chile habanero y
guajillo, ciruela japonesa, guayabo japonés de fruta roja, árbol de naranja
china, limón agrio y mata de plátano enano, uña de gato de hermosas flores
blancas y frutos dulces como uvas. Si, todo eso en el centro de la ciudad…
Nace otra generación: Alexia, de nueve años, nieta de Doña
Soledad, sin duda sigue los pasos de sus antecesoras. A ella se le da esto de
las plantas y, cuando construían su nueva casa, la niña pidió a su padre que le
hiciera un pequeño jardín. Ya tiene preparadas las macetas con menta,
hierbabuena y otras aromáticas para plantarlas... ¡Bien por estas generaciones
de sembradoras! Y a usted… ¿Qué se le apetece sembrar? xalapaflorida@hotmail.com