martes, 14 de abril de 2015


DE FACHADAS Y BALCONES
FLORIDOS                                                                              

CINCO GENERACIONES
Por Nora Guerrero

Desde que llegué al salón de Belleza de doña Soledad, quedé impresionada con las hiedras y los  listones colgando del balcón, azucenas, anturios y ramos de la reina asomados por el barandal y geranios extendiendo sus floridos brazos. Fue hace un año, cuando la invité a participar en el Cuarto Concurso de Fachadas. Mientras, la inscribía, observé como cortaba a navaja el cabello de su clienta y quedé impresionada por la delicadeza y parsimonia de sus movimientos…En el espejo, poco a poco iba apareciendo un rostro nuevo.

Su salón tiene 50 años, comenzó en la avenida Revolución y después pasó a un barrio de las calles de Guerrero. Cuando construyó con su esposo su casa nueva, hace dos décadas, destinó un espacio para su salón en la planta baja, lo que le permite estar al tanto de la familia. En el, puso plantas de teléfono y otras enredaderas que adornan paredes y espejos, dando vida y belleza al espacio de trabajo que comparte con su hija. Los clientes le han ido formando una colección de ranitas que comenzó con una pareja que le obsequió su esposo.

 ¿Por qué el gusto por las plantas? –pregunto y emocionada responde: “Mi mamá tenía muchas plantas. En su casa de El Chico, había una escalera de treinta escalones, tenía plantas de lado y lado, arriba del lavadero y al pie tenía una mata con una enredadera que se cargaba de flores color naranja y se cruzaba con una Santa Rosa y otra que daba ramos de florecitas llamadas lluvia. Tenía dalias de diversos colores y se iba a traer tierra fértil a las fincas de café. En los paredones, a un costado de la escalera, mamá sembraba erizos y chayotes de gran tamaño, recuerdo uno que medía medio metro. Mi padre les hacía un enrejado con horquetas y palos y de ahí pendían los grandes erizos”.

 “Mamá tenía en el jardín un guayabo y un árbol de coyol amarillo muy dulce y un zapote rojo de monte. Había un portón que daba a la calle y dejaba ver los capotes, geranios y margaritas. También tenía hortaliza: espinaca cimarrona, rábanos, lechuga y acelga que consumíamos y también le compraban los del pueblo. Mi padre tenía naranjal, platanar, café y sembraba nísperos alrededor de los cultivos, a manera de cerco. Cultivaba tomate rojo de bola, maíz y frijol, para consumo y venta. Mi papá y su hermano, tenían un beneficio de café”. Y continúa: “Mi abuela tenía plantas, pero no muchas. Después de sus labores de la cocina, se iba con ellas, les cambiaba la tierra por la de finca y les limpiaba la hojarasca”.

No es de extrañar que ya en su casa, Doña Soledad comenzara poco a poco a ajardinar sus espacios: Primero las rosas, luego los anturios, los geranios y muchas otras. En el balcón tiene una mata de papaya enana de la que ya han comido ricos frutos y en la azotea cultiva chile habanero y guajillo, ciruela japonesa, guayabo japonés de fruta roja, árbol de naranja china, limón agrio y mata de plátano enano, uña de gato de hermosas flores blancas y frutos dulces como uvas. Si, todo eso en el centro de la ciudad…

Nace otra generación: Alexia, de nueve años, nieta de Doña Soledad, sin duda sigue los pasos de sus antecesoras. A ella se le da esto de las plantas y, cuando construían su nueva casa, la niña pidió a su padre que le hiciera un pequeño jardín. Ya tiene preparadas las macetas con menta, hierbabuena y otras aromáticas para plantarlas... ¡Bien por estas generaciones de sembradoras! Y a usted… ¿Qué se le apetece sembrar? xalapaflorida@hotmail.com