
Impunidad y corrupción
Por Héctor Yunes Landa
La impunidad y corrupción es un cáncer muy peligroso que impide el
desarrollo, el acceso justo e igualitario a las instituciones y la justicia
social.
La corrupción es un mal endémico, que lamentablemente afecta todos los
niveles de gobierno, a los partidos políticos y está latente en la vida pública
de México; pero también en el ámbito privado.
La transa, la trampa y el engaño son enfermedades que calan en lo más hondo
de nuestra institucionalidad y mantienen un esquema que produce retrocesos en
nuestra vida democrática.
“El que no transa no avanza” es un nefasto y detestable dicho popular que por
desgracia está en la mente de muchos compatriotas y, es de reconocerse, en el
servicio público es donde más casos se registran.
La subcultura del fraude y de la trampa permea todos los aspectos de nuestra
vida social, económica y política, que nos ha causado un daño enorme como
sociedad.
Estoy convencido que es indispensable poner un “hasta aquí”, un alto
definitivo a la corrupción, haciendo efectiva la ley. La impunidad no beneficia
a nadie. Hoy, si alguien la utiliza a su favor, mañana debe ser usada en su
contra.
En sociedades del llamado primer mundo se da la corrupción, aunque en menor
grado; pero la gran diferencia radica en que allá sí se castigan estas
prácticas.
La ley debe aplicarse para que acto ilícito no quede sin castigo, sólo así
evitaremos que estos esquemas y conductas continúen reproduciéndose.
Es necesario que el andamiaje de fiscalización y contraloría gubernamental se
transforme para garantizar el correcto uso de los recursos económicos,
materiales y humanos.
Con las medidas necesarias concluirá la época de las vacas gordas para los
corruptos. Es momento de iniciar su supresión de la administración pública y su
señalamiento social.
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