CIEN AÑOS DE METAMORFOSIS.
“Verás que
todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Sobre esta magistral
novela se ha escrito muchísimo, los críticos literarios señalan que es un relato
existencialista, con muchos rasgos autobiográficos, incluyendo en él una fuerte
crítica social y económica. Para Jorge Luis Borges: “La Metamorfosis es probablemente la novela más conocida del gran
escritor checo Franz Kafka. En ella, más aún que en otras de sus obras, Kafka
retrata la condición enajenada del hombre de nuestro tiempo.”
Desde mi visión
existencialista, compartiré lo percibido y captado de la lectura. El personaje
central es Gregorio Samsa, quien es
un joven que vive con sus padres y su hermana Grete. Gregorio a través de su trabajo era quien
sostenía económicamente a toda la familia, un día ordinario de trabajo,
Gregorio tenía que salir de viaje y se quedó dormido, vio la hora y sólo
exclamó: “¡Santo Dios! ¿Es que no había
sonado el despertador? Desde la cama podía verse que había sido puesto
efectivamente en las cuatro; en consecuencia seguro que había sonado.”
La realidad es que
Gregorio ya había sufrido La Metamorfosis
y se había convertido en un insecto, sin embargo, a pesar de ser insecto, seguía
pensando como humano. La señora Samsa, madre de Gregorio, quien es la única que
ama y comprende en la historia, como la mayoría de las madres siempre estaba
atenta de su hijo: “Gregorio- dijo la voz
de su madre-, son las siete menos cuarto. ¿No ibas a salir de viaje? –Sí, sí. Gracias, Madre. Ya me levanto. ¡Que
voz tan dulce la de mi madre!”
Pasaron los minutos y
como era de esperarse, Gregorio no podía levantarse y casi ni moverse, entonces
se escuchó la agresiva y tiránica voz del padre: “Llegó el padre a su vez y golpeando la puerta, llamó: Gregorio,
¡Gregorio! Mientras tanto, detrás de la otra hoja, la hermana se lamentaba
dulcemente: Gregorio, ¿no estás bien? ¿Necesitas algo?” Todos se extrañaban
de la actitud de Gregorio, porque nunca había dejado de ir a trabajar, era un
joven responsable, honesto, puntual, quien con sus ingresos sostenía a su
familia y, además, pagaba unas deudas del padre, ¡bueno! hasta el Gerente de la
empresa se extrañó de tal actitud y fue a casa de los Samsa, para saber que
pasaba con Gregorio.
Una vez que se abrió la
puerta de la recamara de Gregorio y todos vieron en lo que estaba convertido,
empieza lo fuerte del relato. El Gerente me ¡imagino! Que puso una cara de asco
e inmediatamente se fue y hasta el bastón olvidó, lo importante fue que el
bastón del Gerente, sirvió para que el señor Samsa empujara a ese insecto,
perdón, a su hijo Gregorio a la habitación.
La familia Samsa se
preguntaba qué hacer con semejante situación, primero había que ocultarla, pues
qué vergüenza daría si se supiera, pero ese no era el verdadero problema, el
conflicto mayor consistía en que ahora quién llevaría dinero, cómo se pagarían
las deudas:
“Ahora bien, este dinero no alcanzaba para permitir a la familia vivir
con holgura de sus rentas; a lo sumo, tendrían para uno o dos años, pero nada
más. En consecuencia, éste era un
capital que no se debía tocar, y que convenía conservar para un caso de
necesidad. El dinero para vivir no había más remedio que ganarlo. Pero el
padre, aunque estaba bien de salud, ya era viejo y llevaba cinco años sin
trabajar; por lo tanto, poco podía esperarse de él: en estos cinco años que
habían constituidos los primeros ocios de su laboriosa, pero fracasada
existencia, había asimilado mucha grasa y se había puesto excesivamente gordo.
¿Acaso le incumbía trabajar a la madre, que sufría de asma, que se fatigaba con el solo andar un poco por
la casa, y que un día sí y otro también tenía que tenderse en el sofá, con la
ventana abierta de par en par, porque le faltaba la respiración? ¿Le
correspondería a la hermana, todavía una niña con sus diez y siete años, y cuya
envidiable existencia había consistido, hasta entonces, en emperifollarse, dormir
todo lo que pedía el cuerpo, ayudar en los quehaceres domésticos, participar en alguna que otra modesta diversión, y sobre
todo, tocar el violín?”
Una vez que Gregorio se
convirtió en insecto, éste fue el tema central de la familia, jamás se
interesaron por él, e incluso Gregorio era más que un estorbo, es por ello que
la hermana un día manifestó: “-Queridos
padres- dijo la hermana, dando a modo de introducción, un fuerte puñetazo sobre
la mesa-, esto no puede continuar así. Si vosotros no lo comprendéis, yo me doy
cuenta. Ante este monstruo, no quiero ni si quiera pronunciar el nombre de mi
hermano y por lo tanto, sólo diré esto:
es forzoso intentar librarnos de él. – tienes razón dijo el padre.”
Mientras todos estos
diálogos se daban en la familia Samsa, Gregorio los escuchaba y se preocupaba
más, pues no sólo quería sanar para regresar a trabajar y ayudar a la familia,
también quería enviar a su hermana al conservatorio para que fuera una gran
violinista.
Felizmente para la
familia Samsa, Gregorio murió, ya podrían viajar tranquilamente y disfrutar la
vida, en ese viaje los esposos Samsa, vieron que su hija había desarrollado
bonito cuerpo y que ya era tiempo de buscarle un buen marido, el relato
concluye con el siguiente párrafo: “Y
cuando, al llegar al fin del viaje, la hija se levantó y estiró sus formas
juveniles, pareció como si confirmase con ellos los nuevos proyectos y las
sanas intenciones de sus padres.”
Estimado lector, cuando
pensé qué epígrafe elegiría para desarrollar la presente columna, me acordé de
la letra de un tango titulado: “Yira,
Yira”, porque su letra es tan cruda y tan real, como el propio mensaje de La Metamorfosis de Kafka. En mi opinión
la familia Samsa, representa a esta
sociedad mercantilista de la que somos partes,
porque se sabe que mientras tengas dinero, trabajo, salud, mientras
representes un bienestar, un apoyo, etc. tendrás aceptación en este mundo, pero
cuando estés mal en la vida, cuando no tengas ni fe, como dice el tango: “La indiferencia del mundo que es sordo y es
mudo recién sentirás.” Y finalmente: “Verás
que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa.”
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miguel_naranjo@hotmail.com