jueves, 21 de mayo de 2015


CIEN AÑOS DE METAMORFOSIS.

Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

 En el año 1915 se publicó uno de los relatos más famoso de la literatura universal, titulado: La Metamorfosis, escrito por el inmortal escritor checo de origen judío y lengua alemana Franz Kafka (1883-1924). El libro La Metamorfosis, está ubicado dentro del género de novela corta y es una obra clave para los que quieran acercarse al pensamiento y contenido de la obra Kafkiana.

Sobre esta magistral novela se ha escrito muchísimo, los críticos literarios señalan que es un relato existencialista, con muchos rasgos autobiográficos, incluyendo en él una fuerte crítica social y económica. Para Jorge Luis Borges: “La Metamorfosis es probablemente la novela más conocida del gran escritor checo Franz Kafka. En ella, más aún que en otras de sus obras, Kafka retrata la condición enajenada del hombre de nuestro tiempo.”

Desde mi visión existencialista, compartiré lo percibido y captado de la lectura. El personaje central es Gregorio Samsa, quien es un joven que vive con sus padres y su hermana Grete.  Gregorio a través de su trabajo era quien sostenía económicamente a toda la familia, un día ordinario de trabajo, Gregorio tenía que salir de viaje y se quedó dormido, vio la hora y sólo exclamó: “¡Santo Dios! ¿Es que no había sonado el despertador? Desde la cama podía verse que había sido puesto efectivamente en las cuatro; en consecuencia seguro que había sonado.”

La realidad es que Gregorio ya había sufrido La Metamorfosis y se había convertido en un insecto, sin embargo, a pesar de ser insecto, seguía pensando como humano. La señora Samsa, madre de Gregorio, quien es la única que ama y comprende en la historia, como la mayoría de las madres siempre estaba atenta de su hijo: “Gregorio- dijo la voz de su madre-, son las siete menos cuarto. ¿No ibas a salir de viaje? –Sí, sí. Gracias, Madre. Ya me levanto. ¡Que voz tan dulce la de mi madre!

Pasaron los minutos y como era de esperarse, Gregorio no podía levantarse y casi ni moverse, entonces se escuchó la agresiva y tiránica voz del padre: “Llegó el padre a su vez y golpeando la puerta, llamó: Gregorio, ¡Gregorio! Mientras tanto, detrás de la otra hoja, la hermana se lamentaba dulcemente: Gregorio, ¿no estás bien? ¿Necesitas algo?” Todos se extrañaban de la actitud de Gregorio, porque nunca había dejado de ir a trabajar, era un joven responsable, honesto, puntual, quien con sus ingresos sostenía a su familia y, además, pagaba unas deudas del padre, ¡bueno! hasta el Gerente de la empresa se extrañó de tal actitud y fue a casa de los Samsa, para saber que pasaba con Gregorio.

Una vez que se abrió la puerta de la recamara de Gregorio y todos vieron en lo que estaba convertido, empieza lo fuerte del relato. El Gerente me ¡imagino! Que puso una cara de asco e inmediatamente se fue y hasta el bastón olvidó, lo importante fue que el bastón del Gerente, sirvió para que el señor Samsa empujara a ese insecto, perdón, a su hijo Gregorio a la habitación.

La familia Samsa se preguntaba qué hacer con semejante situación, primero había que ocultarla, pues qué vergüenza daría si se supiera, pero ese no era el verdadero problema, el conflicto mayor consistía en que ahora quién llevaría dinero, cómo se pagarían las deudas:

Ahora bien, este dinero no alcanzaba para permitir a la familia vivir con holgura de sus rentas; a lo sumo, tendrían para uno o dos años, pero nada más. En consecuencia, éste  era un capital que no se debía tocar, y que convenía conservar para un caso de necesidad. El dinero para vivir no había más remedio que ganarlo. Pero el padre, aunque estaba bien de salud, ya era viejo y llevaba cinco años sin trabajar; por lo tanto, poco podía esperarse de él: en estos cinco años que habían constituidos los primeros ocios de su laboriosa, pero fracasada existencia, había asimilado mucha grasa y se había puesto excesivamente gordo. ¿Acaso le incumbía trabajar a la madre, que sufría de asma,  que se fatigaba con el solo andar un poco por la casa, y que un día sí y otro también tenía que tenderse en el sofá, con la ventana abierta de par en par, porque le faltaba la respiración? ¿Le correspondería a la hermana, todavía una niña con sus diez y siete años, y cuya envidiable existencia había consistido, hasta entonces, en emperifollarse, dormir todo lo que pedía el cuerpo, ayudar en los quehaceres domésticos, participar en alguna que otra modesta diversión, y sobre todo, tocar el violín?”

Una vez que Gregorio se convirtió en insecto, éste fue el tema central de la familia, jamás se interesaron por él, e incluso Gregorio era más que un estorbo, es por ello que la hermana un día manifestó: “-Queridos padres- dijo la hermana, dando a modo de introducción, un fuerte puñetazo sobre la mesa-, esto no puede continuar así. Si vosotros no lo comprendéis, yo me doy cuenta. Ante este monstruo, no quiero ni si quiera pronunciar el nombre de mi hermano y por lo  tanto, sólo diré esto: es forzoso intentar librarnos de él. – tienes razón dijo el padre.

Mientras todos estos diálogos se daban en la familia Samsa, Gregorio los escuchaba y se preocupaba más, pues no sólo quería sanar para regresar a trabajar y ayudar a la familia, también quería enviar a su hermana al conservatorio para que fuera una gran violinista.

Felizmente para la familia Samsa, Gregorio murió, ya podrían viajar tranquilamente y disfrutar la vida, en ese viaje los esposos Samsa, vieron que su hija había desarrollado bonito cuerpo y que ya era tiempo de buscarle un buen marido, el relato concluye con el siguiente párrafo: “Y cuando, al llegar al fin del viaje, la hija se levantó y estiró sus formas juveniles, pareció como si confirmase con ellos los nuevos proyectos y las sanas intenciones de sus padres.”

Estimado lector, cuando pensé qué epígrafe elegiría para desarrollar la presente columna, me acordé de la letra de un tango titulado: “Yira, Yira”, porque su letra es tan cruda y tan real, como el propio mensaje de La Metamorfosis de Kafka. En mi opinión la familia Samsa, representa a esta sociedad mercantilista de la que somos partes,  porque se sabe que mientras tengas dinero, trabajo, salud, mientras representes un bienestar, un apoyo, etc. tendrás aceptación en este mundo, pero cuando estés mal en la vida, cuando no tengas ni fe, como dice el tango: “La indiferencia del mundo que es sordo y es mudo recién sentirás.” Y finalmente: “Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa.”

 

Correo electrónico: miguel_naranjo@hotmail.com