Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com
Corrupción, impunidad, violencia, desigualdad… éstas y
muchas otras palabras negativas se han vuelto el eje central de los encabezados
todos los días, no ha habido un solo día de la semana que no salga una noticia
haciendo alusión a la fuga de uno de los peores gobernadores de México, o sobre
un feminicidio más, algún desaparecido, un atentado en otra parte del mundo, un
nuevo caso de desfalco al erario público e incluso algún comentario de Donald
Trump.
La ambición por el poder es tan antigua como la existencia
de la humanidad, seguramente desde los comienzos de nuestra historia siempre
existió alguien que se intentaba pasar de vivo con los demás, sin embargo el
ideal colectivo era un bien común. No imagino a Maquiavelo aconsejándole a
Lorenzo de Médicis que robara cuanto pudiera, masacrara a su pueblo y escapara
dejando atrás angustias, inseguridad y consternación, aún en los capítulos que
le aconseja hacer uso de la fuerza, lo recomienda en caso de extrema necesidad
y pensando siempre en un bienestar mayor.
Desgraciadamente si El
príncipe es una de las referencias obligadas para todo político, creo que
muchos de nuestros gobernantes se quedaron con una idea básica del texto: “El
fin justifica los medios”, tomando como único fin el enriquecerse a costa de los
que menos tienen, el pensar en beneficiar a unos cuántos sin importar lo que
ello implique, dejando a los ciudadanos como entes ajenos al desarrollo y
bienestar que un principio prometen para todos.
El análisis de la historia de nuestro país podría hacernos
creer que no tenemos alternativa, que la única opción en cada elección es votar
por el menos peor o elegir a aquellos sin afiliación específica a algún
partido, creyendo que por ello son distintos, aunque sepamos que en realidad
esto no es garantía de nada. Pero más allá de nuestras fronteras existen
personajes que devuelven la esperanza, seres que como todo humano no son
perfectos, pero por lo menos tienen los ideales adecuados, uno de ellos y el
ejemplo más cercano en Latinoamérica es José Mújica, Pepe para quienes hemos
seguido su trayectoria y admiramos su forma de gobernar.
El Presidente más
pobre del mundo como le llamaron muchos internacionalmente, es un ejemplo
de que la política puede ser diferente, para él “la política es la lucha por la
felicidad de todos”, desde que sé de su existencia he admirado a este hombre,
en algún punto cuestioné que tan real era su política de la gente, me
preguntaba en qué momento saldrían sus verdaderas cuentas o bienes de personas
cercanas como en su momento pasó con Andrés Manuel López Obrador, pero hasta el
momento el Quijote con disfraz de Sancho no
me ha desilusionado, al contrario. Este hombre resulta fascinante a tal grado
que al empezar a leer el último libro de su vida, escrito por Andrés Danza y
Ernesto Tulbovitz logra cautivarme como lectora en cada palabra.
Hoy escribo de Mújica porque al leer un poco más de su
trayectoria y su personalidad compruebo que sí es posible un cambio, que los
dirigentes pueden ser personas preocupadas por los demás y construir una mejor
nación en conjunto, pero sobre todo porque además del político creo que todos
podemos aprenderle mucho a la persona, aprender de sus ideales y apegos. A no
sentirnos pobres cuando tenemos tanto, a disminuir en lo posible el consumismo
que nos está absorbiendo por todos los medios, a pensar en la educación como
uno de los principales ejes de trabajo para mejorar el entorno y aún más en ver
por los otros y no sólo por uno mismo.
Cada que escucho hablar a José Mújica, me cuesta ver en
él a un político, quizás por la mala costumbre de lidiar con quienes sólo se
enfocan en discursos sin fondo ni forma, en cambio con el ex presidente de
Uruguay pareciera que alguien trata de sacudirnos, hablando no sólo de las
necesidades de un país, sino también de las humanas, de cuán valiosa es la
vida, el tiempo y cómo lo estamos desperdiciando, suplantando lo único
trascendente, creyendo que aquello que se compra nos brinda mayor felicidad:
“Enfrentamos al sedentarismo con caminadores, al insomnio con pastillas, la
soledad con electrónicos”, ¿Realmente somos felices alejados del entorno
humano?.
Quizás el día de hoy valga la pena cuestionar más allá de
los titulares cotidianos, enfocarnos en nuevas historias y otros personajes que
han buscado hacer las cosas de otra manera, voltear a la minorías que también
buscan dirigir y tener voz ante quienes por años los han tenido bajo el yugo,
hoy más que nunca vale la pena recordar que México es alegría como decía Neruda
y recientemente nos recordó Gael García en el Festival Internacional de Cine de
Morelia: “¡Qué difícil decir México
en estos momentos, decir 'México quiere decir alegría'. Es como si comiéramos
un poco de vidrio molido también al decirlo", "Por tanta
incompetencia de tantos gobernantes, es difícil decir que México quiere decir
alegría, pero es lo que queremos decir".
Y en efecto quiero decir más
de mi país, que no todo se basa en delincuentes prófugos, que nos ubiquen por
personajes ilustres y no narcotraficantes, quiero poder decir que Veracruz es
bello sin utilizarlo meramente para slogan turístico. Y por ello retomo a
personajes de otras naciones como ejemplo porque aún me queda la esperanza de
que si los gobernantes no hacen nada, trabajemos nosotros por construir un
mejor futuro y el entorno que todos anhelamos.