Crónicas urgentes
Bienio azul. Veracruz negro
Por Claudia Constantino.
Ver de
tan cerca a la muerte no es cosa menor. Este fin de semana en Veracruz ha
habido un acercamiento muy íntimo con ella. No lo digo porque haya muerto mi
madre, en la ciudad de Xalapa, a los 75 años, y con seis infartos cerebrales en
un año. Lo digo por todas las familias con menos suerte que yo, pero que, con
la misma oscura fuerza, han perdido a un ser querido. A ellos, la muerte se los
arrebató a balazos. Los desapareció, para luego ir a tirarlos en una fosa
clandestina, de las tantas que hay por todo el estado, al lado de decenas de
otros cráneos, de quién sabe quién.
Ver a la muerte con
naturalidad es algo que ya no se le puede pedir a los veracruzanos, ni a los
padres de todos esos jóvenes ultimados en situaciones que nunca han sido
aclaradas, como en el caso de Iliana Mendoza y su novio, baleados en la ciudad
de Córdoba hace dos semanas, y tantos casos parecidos. Ni tampoco se le puede pedir a los padres de
los jóvenes desaparecidos, cuyos retratos se exhiben en espectaculares que
ofrecen millón y medio de recompensa por parte de la autoridad, si se dan datos
que ayuden a dar con ellos, vivos o muertos. Es imposible pedirlo a los
familiares de los periodistas asesinados. El más reciente, Ricardo Monluí
Cabrera, masacrado frente a su familia.
La muerte, en este Veracruz
enlutado tiene múltiples caras. Lo mismo de oriundos de este estado negro, como
de visitantes que encontraron aquí su
fin, como la familia originaria de Querétaro, quienes se presume han aparecido
en la fosa de El Arbolillo, en Alvarado, según anunció el fiscal Jorge
Winclker, en conferencia de prensa.
Hace meses advertía que era
muy ingenuo pensar que el gobernador Yunes cumpliría todas sus promesas de
campaña, pero las que se antojaban indispensables de cumplir eran sin duda,
todas las que tenían que ver con seguridad. Se sabía que mantener a raya a los
grupos delincuenciales era una labor titánica, pero Miguel Ángel Yunes insistió
en que sabía cómo hacerlo. Tarde, vemos que no; que la violencia y la
delincuencia en Veracruz están desatadas, y no tienen control sobre ello ni el
gobernador ni las corporaciones policiacas, ni la tal gendarmería. Los
veracruzanos hoy se saben y viven a merced de los criminales. El bienio
panista, supuestamente, traería un respiro a los veracruzanos; aún no lo vemos.
Los detractores del yunismo
señalan que, siendo la seguridad el tema más apremiante, al gobernador le
importa más la reestructuración de la deuda, que le aseguraba más recursos y
que ya ha logrado negociar con los opositores priistas, pese al voto en contra
de Morena. Seguidas de eso, las campañas, que le permitan hacerse de los cincuenta
municipios más importantes, asegurándole una mejor posición política, lo que
sería de gran ayuda para su sueño continuista. Así que el imperio de la muerte
ni lo asusta, ni lo ocupa. Al menos no de manera prioritaria.
Pero quienes tenemos buena
memoria, confiamos en que los veracruzanos ya aprendieron a castigar con su
voto a quienes les mienten, les prometen y no les cumplen, a quienes les dan
atole con el dedo o los utilizan para fines personales, alejados del verdadero
bien común y el avance del estado. Este año, los ciudadanos volverán a ejercer
su derecho al voto, y lo mismo el siguiente. Se dijo que, después de Javier
Duarte, cualquier cosa que siguiera sería mejor, pero no está resultando tan
simple la ecuación. Parece que, felizmente, los veracruzanos no se conformarán
con tan poco, especialmente porque sí se están abriendo otras opciones.
Hay una evidente falta de
sensibilidad ante el hecho de que Veracruz está de luto. Se minimiza que muchas
familias veracruzanas lo están. Desde el dolor se gestan otras fuerzas que no
hay que desdeñar ni perder de vista, porque quien gobierna se puede llevar una
desagradable sorpresa. Hasta aquí, muchos muertos después del cambio de
administración estatal, los veracruzanos siguen esperando un poco de paz, más
seguridad, algunos avances, aunque sea incipientes, en materia económica y de
desarrollo. Pero sobre todo, que al bienio azul no se le olviden sus muchas
promesas, sus cuentas alegres y el mensaje de sobrada experiencia que, durante
toda la campaña del gobernador, se envió a la opinión pública. Memoria. Al
bienio azul-amarillo le falla la memoria, y así se olvida de lo más preciado:
la vida, que en Veracruz llega a su fin para alguien, todos los días, de la
peor manera.
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