
Del país de unos cuantos, al
país de todos.
Por Helí Herrera Hernández
En Banco de México ha venido subiendo la
tasa de interés tardíamente buscando con ello evitar la fuga de capitales hacia
instituciones financieras extranjeras, tanto a naciones que son consideradas
paraísos fiscales como a los Estados Unidos. (La semana pasada volvió a
incrementarla en 50 puntos, pasando de 5.75 en que se hallaba a 6.25, buscando
con ello alicientar a los ahorradores con buenos intereses, y de esa manera
mantenerlos en el país).
En
un país donde el ahorro es prácticamente nulo, y ese privilegio lo detentan, de
acuerdo con las estadísticas, solo un 7 por ciento de los mexicanos, el
beneficio en consecuencia es un privilegio para unos cuantos enriquecidos,
mientras el restante 93 por ciento seguirá sufriendo las consecuencias de la
errática política económica de los gobiernos post Miguel dela Madrianos, que
decidieron divorciarse de los objetivos
del Estado Benefactor para beneficiar a minúsculos grupos que han
concentrado al poder económico el político en México desde 1985.
De
todos es sabido que esta tasa hará que el crédito se encarezca tanto para los
que ya lo tengan, como para los que se vean en la necesidad de buscarlo para
vivienda, para auto, para prestamos personales y, desgraciadamente para todo el
dinero en plástico, es decir, el que utilizamos en las tarjetas de crédito que
al no pagarlo en los tiempos de vencimiento mensual, acabará por ahogar al
tarjeta-habiente perdiendo lo poco que tenga y engrosando las ganancias
multimillonarias de los banqueros.
Si
de suyo esta noticia es terrible, mas lo es el panorama tan sombrío que se le avecina
al país y a los mexicanos, dado que no tendremos ni en este 2017 ni en 2018 los
crecimientos económicos del 6 por ciento que nos prometió como candidato
Enrique Peña Nieto, que si bien nos va para éste será de 1.3 como piso o 2.3
como techo, y para el que viene, donde se efectuarán las elecciones para el
cambio de gobierno federal, podría alcanzar entre el 2 y 2.5 por ciento por la
incertidumbre que dicha elección genera interna y externamente.
Otro
dato que abonará a la continuidad de los sacrificios de bienestar de las
grandes masas lo es la continua caída de las reservas probadas de petróleo
crudo, dado que entre enero de 2016 y 2017 cayeron de 7 mil 900 millones de
barriles a 7 mil 37 millones, lo que sería un equivalente, para ejemplificarlo
claramente, a perder 8.9 años en el futuro el oro negro, y que decir del gas,
el otro energético, donde la caída de
reservas probadas fue de 17.8 por ciento, con 10 mil 402 millones de pies
cúbicos diarios en la producción de gas natural.
Los
buenos augurios del gabinete económico que afirmaron que la caída de los
precios del petróleo solo era pasajera y que antes que el sexenio concluyera
volveríamos a tener a poco mas de 80 dólares el barril, quiero decirles que de
acuerdo con datos de la Organización de Países Productores y Exportadores de
Petróleo, la OPEP, para 2018 el precio por barril fluctuará entre 46 y 52
dólares, y que de acuerdo con la calidad del nuestro nunca rebasará los 49,
precios que seguramente lo sabe Peña Nieto pero que los oculta para no anunciar
desde hoy, el recorte de programas gubernamentales sociales para el próximo
año.
En
efecto, a la futura catástrofe habrá que adjuntarle el pronostico de la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público de recortar el gasto programable de
2018 >incluyendo la inversión pública de alto impacto económico y social<
en 43 mil 800 millones de pesos, bajo el pretexto de equilibrar las finanzas
públicas. Esto equivale a un ajuste de 0.2 por ciento del Producto Interno
bruto y se aplicarán en menos recursos económicos para la educación y para la
salud. (si en estos momentos nos quejamos de falta de hospitales, camas
hospital, material quirúrgico, medicamentos, ayuno de médicos y enfermeras,
peor nos irá en 2018). Algo similar ocurrirá en materia educativa, beneficiando
con ello a la educación privada monopolista, no así a la independiente que la
misma crisis económica las esta quebrando, elitizándola cada vez más y mas,
convirtiéndola en inaccesible para los sectores de clase media que voltearán de
nueva cuenta a la educación pública, desfondada y sin futuro por no tener
recursos destinados a su ampliación, eficientización y de investigación.
Así,
contrario a lo que se esperaba por el dinamismo de la producción industrial de
Los Estados Unidos por encima de lo previsto; a la recuperación de la industria
de la construcción mas acelerada y de mayor inversión privada en vivienda; al
repunte de la inversión y el consumo privado mas vigoroso de lo proyectado por
el gobierno norteamericano que repercutiría en una mayor productividad de las
empresas e industrias maquileras que surten al mercado norteamericano, México
no alcanzará a cumplir las metas que el actual gobierno federal le pronosticó
desde hace cuatro años y medio, y que podrían ser mas severas si no entienden
los hombres del poder político que tenemos que cambiar las políticas económicas
públicas fortaleciendo el mercado interno en principio, dotando de mayor
capital a la banca de desarrollo para que impulse a la industria nacional, a
las micro, medianas y grandes empresas
así como al campo mexicano que con el modelo desarrollista (sustitución de
importaciones), dio muestras de su gran potencialidad al convertirnos en una
nación exportadora de bienes de consumo.
Mientras
nosotros mismo no entendamos que tenemos que luchar para convertir al país de unos
cuantos al país de todos, seguiremos abonando a la desigualdad
social, a la pobreza, a la miseria, a los privilegios, al caos social del cual
ya estamos demasiado cerca, muy cerca diría yo y si no, vea usted las cifras
que arrojo el informe del titular de La Comisión Nacional de los Derechos
Humanos Raúl González Pérez ante el presidente Peña, el pasado sábado, donde da
cuenta del infierno que se vive, auspiciado y solapado por las mismas
instituciones gubernamentales.