jueves, 27 de abril de 2017


Esfera Política
Ricardo Vázquez Salazar
 
Fidel, Duarte, sus cómplices y el síndrome de Hubris
Lo que sucede en estos momentos es para Ripley: cada día son más los que se “sacaron la lotería”, tienen la “conciencia tranquila”, contrademandan y finalmente se declaran víctimas.
Hay quienes afirman que el poder trastorna; otros aseguran que el poder revela la verdadera personalidad. Mucho se ha dicho y dará para mucho más, acerca de lo que hoy es considerado como un fenómeno, llamado gobernador, representación que en el periodo de Fidel Herrera y Javier Duarte, más una docena de ex mandatarios estatales en distintas regiones del país, de diferentes partidos políticos, ha pasado a relacionarse con la perversidad, voracidad e indolencia.    
Por demás interesante, el médico y politólogo británico David Owen, identificó el síndrome de Hubris, palabra que proviene del griego hybris, referente a la descripción de un acto en el cual un personaje poderoso se comporta con soberbia y arrogancia, con una exagerada autoconfianza que lo lleva a despreciar a las otras personas y a actuar en contra del sentido común.
Owen afirma que las personas que padecen el trastorno de Hubris, generalmente líderes, se sienten sobrados, capaces de realizar grandes tareas, creen saberlo todo y que de ellos se esperan grandes cosas, por lo que actúan sobrepasándose y haciendo a un lado la aparente vocación de servicio y la moral ordinaria.
En su extraordinaria obra “En el poder y en la enfermedad: Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”, David Owen considera que el síndrome de Hubris suele mezclarse, en muchas ocasiones, con el narcisismo y con el trastorno bipolar.
El doctor Owen, quien fue secretario de Salud y de Relaciones Exteriores de su país, precisa que entre algunos de los personajes de la política que padecieron el síndrome de Hubris se puede identificar a Cristina Fernández, presidente de Argentina; el mandatario fallecido de Venezuela, Hugo Chávez, así como George W. Bush, Tony Blair, José María Aznar, Adolfo Hitler y Margaret Tatcher.  
Muchos conocen el famoso aforismo de lord Acton “El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”. Pero Acton hace antes un llamamiento a juzgar a quienes ostentan el poder con un rasero más alto que a los demás: “No puedo aceptar ese canon de que tenemos que juzgar al Papa y al rey de un modo distinto a los demás suponiendo, a su favor, que no se equivocaron. Si hay que suponer algo es al revés, en contra de los que ostentan el poder”.
La historiadora, y premio Pulitzer, Barbara Tuchman escribió que somos menos conscientes de que el poder genera locura, de que el poder de mando impide a menudo pensar, de que la responsabilidad del poder muchas veces se desvanece conforme aumenta su ejercicio. La general responsabilidad del poder es gobernar de la manera más razonable posible en interés del Estado y de los ciudadanos. En ese proceso es una obligación mantenerse bien informado, prestar atención a la información, mantener la mente y el juicio abiertos y resistirse al insidioso encanto de la estupidez. Si la mente está lo bastante abierta como para percibir que una determinada política está perjudicando en vez de servir al propio interés, lo bastante segura de sí misma como para reconocerlo, y lo bastante sabia como para cambiarla, eso es el súmmum del arte de gobernar.
La estupidez, la fuente del autoengaño, es un factor que desempeña un papel notablemente grande en el gobierno. Consiste en evaluar una situación en términos de ideas fijas preconcebidas mientras se ignora o rechaza todo signo contrario (…) por tanto, la negativa a sacar provecho de la experiencia. Una característica de la hybris es la incapacidad para cambiar de dirección porque ello supondría admitir que se ha cometido un error.
David Owen, psiquiatra, atestigua después de muchos años de estudios y análisis profesionales, que muchos de los que nos gobiernan son peligrosos enfermos mentales.
Con lo que sucedió en Veracruz en las dos últimas administraciones estatales, sería de interés en grado extremo para el doctor Owen, continuar enriqueciendo sus experiencias.
 David Owen hace una excelente descripción de los estados emocionales, alteraciones, conductas psicopáticas, embriaguez del poder y la protección contra enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno. Asegura que para que la persona pueda tener “remedio”, simplemente basta con que pierda su poder.