martes, 23 de mayo de 2017


Crónicas urgentes

Montano en el Cónclave Electoral

Por Claudia Constantino

         Son las dos de la tarde con diez minutos cuando Alejandro Montano Guzmán llega a la redacción de Avanoticias, anticipándose a la cita que tenemos con él a las dos treinta. Saluda de mano a todos los compañeros; sólo lo acompaña uno de sus asistentes. Permanece de pie en el centro del búnker.  Intercambia algunos comentarios con su acompañante, revisa su teléfono celular; de repente echa una mirada al estudio desde donde transmite el noticiero Luis Ramírez Baqueiro, director editorial de esta casa productora.

            Pocos minutos más tarde, llega el resto de su equipo: un par de fotógrafos, su jefe de prensa (Marco Cruz, mejor conocido como El Tlacuilo) y un par de chicos más. Faltando cinco para la hora del arranque de la transmisión del Conclave Electoral, el programa en que se analizan los aspectos más relevantes de la contienda que está llevando a cabo, todos tomamos nuestro sitio en el estudio.

            En el centro del panel, se sienta el candidato; me ubico a su derecha; a su izquierda, Claudio Castro, el brillante investigador de la Universidad Veracruzana, quien conoce a Xalapa en números estadísticos mejor que nadie; a mi derecha, Rubén Ricaño, reconocido municipalista, conocedor de las necesidades apremiantes de la capital de Veracruz. Frente al panel, Luis Ramírez Baqueiro inicia la presentación del programa.

            Dos rondas de preguntas de cada uno de los cuatro participantes del conclave no inquietan ni un ápice a Alejandro Montano. En cada ocasión responde seguro. Muestra dominio de los temas torales de Xalapa. Su léxico es apropiado y fluido. Se nota tranquilo con cada embate de los cuestionamientos. Mira a los ojos a sus interlocutores. Voltea de cuando en cuando a las cámaras para encarar a quienes siguen el programa por televisión o las redes sociales.

            En ningún punto de su discurso nombra a otro candidato. Sólo en una ocasión alude al candidato de Morena, negativamente. Aprovecha de la mejor manera el tiempo; lo administra, lo domina. Jamás se atropella, ni duda. El aplomo con que se muestra es impecable. Su aspecto es cuidado, sin nada que llame demasiado la atención. Viste, como cada día de su campaña, pantalón caqui y camisa blanca, con su nombre y su identificación partidista.

            El tema de seguridad es el suyo. Explica su propuesta: repasa los índices de cuando era secretario de seguridad del estado: Ni un sólo asalto bancario en seis años, el robo en carreteras en cero, el abigeato abatido a su mínima expresión, la creación y puesta en marcha del C-4. Deja clara su experiencia. Se refiere al tema con los términos policiacos y militares precisos. Eso recuerda que es militar de carrera, y la seguridad, su empresa de toda la vida.

            Desde el fin de semana recién terminado, su presencia mediática se intensificó con base en ser noticia, porque al fin Enrique Ochoa Reza estuvo en Xalapa para respaldarlo, y Américo Zúñiga, por su parte, finalmente mostró su apoyo en un discurso contundente. Contra todo pronóstico, al abanderado priista los astros se le alinearon. Todos recuerdan que representa al PRI y al Partido Verde, pero se ven más verdes los otros candidatos.

            El otrora ensoberbecido Hipólito Rodríguez Herrero pasa trabajos para remontar los reveses sufridos entre rumores de más actos de corrupción de militantes distinguidos de su partido y sus propios yerros. La candidata de la coalición PAN-PRD, Ana Miriam Ferráez Centeno, trae un discurso en que se victimiza y dice sufrir “la misoginia” del resto de los contendientes; se muestra también muy débil.

            Al terminar el Cónclave Electoral, los cuatro participantes coincidimos en que ha sido el mejor plantado de los candidatos. El de las mejores y más concretas propuestas. Se lo decimos y no parece sorprendido. Sonríe complacido. Ya sonreía complacido desde su llegada, pues ha leído la prensa todo el día. Ya fuera de cámaras y micrófonos, nos recuerda sus nexos con la familia Alemán, algo de sus historias con ellos, y su nula participación en las dos anteriores administraciones estatales: los castigos que le infringieron Fidel y Duarte.

            Finalmente se despide, agradece a todos. De salida se toma fotos por los pasillos con quien se lo solicita. Presume su amistad de siempre con los dueños de la estación. Asegura que los Ferráez siempre serán sus amigos, más allá de esta circunstancia. Explica que por eso no dudó ni un segundo en atender, in situ, la invitación a asistir al programa. Lamenta que se haya suspendido el debate de candidatos que estaba programado para dos días después. Concede una entrevista a otro medio en el lobby del Hotel Clara Luna. Termina y se va, tan seguro como llegó.

 

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