TEPETOTOTL
¿Dónde
están nuestras madres?
Por
Fernando Hernández Flores
Su
rostro pálido, cansado y muy distante. En su interior la angustia la corroe. En
el transcurso del tiempo, ha pasado por distintos momentos de alegría,
tristeza, llanto, sorpresa, asombro, desesperación, preocupación, son tantas
sus vivencias que ni ella misma las describiría. Su experiencia es amplia, su
pelo es blanco como las nubes aterciopeladas. Ahí se encuentra, meciéndose en
esa silla construida con piezas genuinas de bambú.
En
cierta ocasión, iba con huaraches por la calle principal. Calculo que era como
mediodía y ninguna nube cubría al sol. Llevaba una bolsa en la mano izquierda y
con la derecha se sostenía con un bastón, pienso que es de un baraño de algún
árbol. Va muy cansada y se nota que ni agua ha tomado. Lo más seguro es que va
comprar algunas cosas para salir su semana. Por ahí está y la observas cuando
pasas cerca de ella.
¿Dónde
están nuestras madres? Están en distintos lugares, en tu pueblo y en el mío, en
las montañas y en el desierto, en las riberas del río y en la mansión más elegante,
entre la pobreza y la riqueza, pero ahí está. No se localiza en las redes
sociales, ni en la computadora, ni en el chat, ni en el celular, habita en cada
corazón de toda aquella persona que es, su hija o su hijo, natural o adoptado.
Comparto
un breve poema que he titulado ¡Bendita
sea, usted, señora! El cual expresa lo siguiente:
“Cuando escuchó aquel llanto
/ y sin saber, si era niña o niño / dijo: “¡es mi bebé!”. / Y una lágrima de
alegría / se desprendió de usted.
A usted… / que desde su
juventud / me cargó entre sus delicados brazos. / Y fui recibiendo su cariño, /
ternura, sensibilidad y amor / incondicionalmente.
De usted… / he aprendido
muchas cosas, / a caminar con mis pies / a escuchar con mis oídos / a sentir
con mis manos, con mi piel / a percibir los aromas / y alimentarme adecuadamente / con esa sabrosa comida / que
siempre ha preparado.
A usted… / que por nosotros
se desveló / que sin verla, largos llantos liberó, / que si asistíamos a la
escuela / al pendiente siempre estuvo.
¡Bendita sea, usted señora!
/ ¡Bendita sea, usted, mi madre!
Han pasado algunos años /
somos varios, entre hijas e hijos / siempre buscamos su cobijo / su abrazo, su
palabra / su atención es desmedida / y siempre nos llama: “¡mis niños!”.
Cierra sus ojos y nos
recuerdas / abre sus ojos y nos sonríes / encuentra en nosotros / algo de
usted…
Con listas de gracias, no
nos alcanza / ni con regalos podremos pagarle, / sólo con nuestras acciones /
con respeto y humildad, / practicando siempre / el valor de la honestidad.
¡Bendita sea, usted mi
madre! / ¡Bendita sea, usted, señora!”
Si
tiene a su apreciada madre, demuéstrele que también ahí está, su hija o su
hijo. Si su madre se ha adelantado en su caminar, recuérdela siempre y haga lo
que tenga que hacer conforme a su creencia. ¡Que sus bendiciones rebasen
fronteras, y se diluyan los enojos e indiferencias! Porque una madre sólo da
amor y por lo tanto, debe ser correspondida, con amor sin condiciones.
Paxkatkatsini
(Gracias).
venandiz@hotmail.com Twitter @tepetototl