martes, 9 de mayo de 2017


TEPETOTOTL

¿Dónde están nuestras madres?

Por Fernando Hernández Flores

 

Su rostro pálido, cansado y muy distante. En su interior la angustia la corroe. En el transcurso del tiempo, ha pasado por distintos momentos de alegría, tristeza, llanto, sorpresa, asombro, desesperación, preocupación, son tantas sus vivencias que ni ella misma las describiría. Su experiencia es amplia, su pelo es blanco como las nubes aterciopeladas. Ahí se encuentra, meciéndose en esa silla construida con piezas genuinas de bambú.

En cierta ocasión, iba con huaraches por la calle principal. Calculo que era como mediodía y ninguna nube cubría al sol. Llevaba una bolsa en la mano izquierda y con la derecha se sostenía con un bastón, pienso que es de un baraño de algún árbol. Va muy cansada y se nota que ni agua ha tomado. Lo más seguro es que va comprar algunas cosas para salir su semana. Por ahí está y la observas cuando pasas cerca de ella.

¿Dónde están nuestras madres? Están en distintos lugares, en tu pueblo y en el mío, en las montañas y en el desierto, en las riberas del río y en la mansión más elegante, entre la pobreza y la riqueza, pero ahí está. No se localiza en las redes sociales, ni en la computadora, ni en el chat, ni en el celular, habita en cada corazón de toda aquella persona que es, su hija o su hijo, natural o adoptado.

Comparto un breve poema que he titulado ¡Bendita sea, usted, señora! El cual expresa lo siguiente:

“Cuando escuchó aquel llanto / y sin saber, si era niña o niño / dijo: “¡es mi bebé!”. / Y una lágrima de alegría / se desprendió de usted.

A usted… / que desde su juventud / me cargó entre sus delicados brazos. / Y fui recibiendo su cariño, / ternura, sensibilidad y amor / incondicionalmente.

De usted… / he aprendido muchas cosas, / a caminar con mis pies / a escuchar con mis oídos / a sentir con mis manos, con mi piel / a percibir los aromas / y alimentarme  adecuadamente / con esa sabrosa comida / que siempre ha preparado.

A usted… / que por nosotros se desveló / que sin verla, largos llantos liberó, / que si asistíamos a la escuela / al pendiente siempre estuvo.

¡Bendita sea, usted señora! / ¡Bendita sea, usted, mi madre!

Han pasado algunos años / somos varios, entre hijas e hijos / siempre buscamos su cobijo / su abrazo, su palabra / su atención es desmedida / y siempre nos llama: “¡mis niños!”.

Cierra sus ojos y nos recuerdas / abre sus ojos y nos sonríes / encuentra en nosotros / algo de usted…

Con listas de gracias, no nos alcanza / ni con regalos podremos pagarle, / sólo con nuestras acciones / con respeto y humildad, / practicando siempre / el valor de la honestidad.

¡Bendita sea, usted mi madre! / ¡Bendita sea, usted, señora!”

Si tiene a su apreciada madre, demuéstrele que también ahí está, su hija o su hijo. Si su madre se ha adelantado en su caminar, recuérdela siempre y haga lo que tenga que hacer conforme a su creencia. ¡Que sus bendiciones rebasen fronteras, y se diluyan los enojos e indiferencias! Porque una madre sólo da amor y por lo tanto, debe ser correspondida, con amor sin condiciones.

Paxkatkatsini (Gracias).

venandiz@hotmail.com Twitter @tepetototl