CENTENARIO DE JUAN
RULFO II.
“El Llano en Llamas”.
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Continuando con los
festejos del Centenario de Juan Rulfo, presento otro cuento estelar que forma
parte de los cuentos que integran el Llano
en Llamas, titulado: “Es que somos
muy pobres”. Los cuentos presentados en la primera parte de estos artículos
describen el fracaso de la revolución, la farsa y burla del reparto agrario,
todo ello como consecuencia traería pobreza, delincuencia, prostitución, gente
solitaria, pueblos arrumbados sin educación, sin servicios médicos, pueblos
fantasmas como Luvina, en los cuales ni se oyen ladrar a los perros.
El cuento, “Es que somos muy pobres” es cautivador,
empieza la narrativa de la siguiente manera: “Aquí todo va de mal en peor”, había muerto la tía Jacinta y de
pronto llovió tanto que el río comenzó a crecer, con los aguaceros tan fuertes
de entrada ya se había echado a perder toda la cosecha de cebada que se estaba
asoleando, el río empezó a desbordarse, en la casa de doña tambora rápido entró
el agua, apuradamente le dio tiempo de sacar a las gallinas para que se
salvaran, quien narra la historia es un joven que tiene una familia integrada
por sus papás y tres hermanas, las dos más grandes se habían vuelto prostitutas:
“según mi papá, ellas se habían echado a
perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy retobadas”.
Derivado de la
experiencia que había tenido el papá con las dos hijas mayores, se preocupó por
el futuro de su hija menor llamada Tacha, le había comprado una vaca pinta que
la llamaban la Serpentina, para que su hija Tacha tuviera un capitalito y no
fuera a irse de prostituta luego, luego. La mala noticia es que la creciente
del río también se había llevado a la Serpentina y ahora Tacha lloraba y su
papá estaba preocupado por el futuro de ella, de hecho el día de la creciente
Tacha había cumplido doce años: “Y va
como palo de acote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que
prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados
para llamar la atención”.
La única esperanza para
que Tacha tuviera un mejor futuro es que el becerro de la Serpentina estuviera
a salvo, si al pobre becerrito se lo había llevado el río junto a la mamá, el
caso estaba perdido, seguro Tacha se volvería prostituta como las hermanas, por
lo pronto Tacha lloraba: “Y sus dos
pechitos crecían y crecían, como para empezar a trabajar por su perdición”,
y lo peor es que todos ellos seguían siendo muy pobres.
Hasta esta parte de las
dos artículos, llevamos tres cuentos y seguro estoy que quienes no han leído “El Llano en llamas” ya tienen ganas de
acudir a la obra, porque la virtud de mis artículos si es que tienen alguna
virtud, no es de quien escribe, sino lo que se escribe, por eso presento a
Usted el cuento llamado “Luvina”, y
es que después de leer “El Llano en
llamas”, “Nos han dado la tierra”
y “Es que somos muy pobres” con
facilidad podré describir que Luvina es un pueblo triste, arrumbado, solitario,
sin educación, para que tenga Usted una idea más clara de Luvina, no tiene ni
una iglesia construida y como señalé, lo peor es que la educación a ese
solitario pueblo no había llegado, quien narra la historia es un profesor que
había sido enviado por el Gobierno a Luvina y que abandonó al pueblo por la
miseria en que allí se vivía.
“Luvina” es un cuento que para muchos especialistas que han
realizado estudios sobre la obra de Rulfo, San Juan de Luvina será el futuro
pueblo de Cómala que inmortalizó Rulfo en su obra maestra “Pedro Páramo”,
pueblos tan pobres, pero tan pobres, que lo único que tienen en abundancia son
fantasmas llamados pobreza, marginación, abandono, olvido, etc.
En Luvina el tiempo se
pierde: “los días comienzan y se acaban.
Luego viene la noche. Solamente el día y la noche hasta el día de la muerte,
que para ellos es una esperanza”, manifiesta el profesor que un día intento
convencer a sus pobladores que abandonaran a ese pueblo, que buscaran mejor
suerte y seguramente el Gobierno los ayudaría, fue la única vez que los viejos
de Luvina se interesaron en la plática del profesor y le preguntaron que si él
conocía al Gobierno, contestó el profesor que sí, los viejos de Luvina
contestaron que ellos también, pero de lo que no sabían nada era de la madre del Gobierno, el
profesor enfáticamente contestó que era la Patria, pero fue la única vez que el
profesor vio reír a los viejos de Luvina y después de reír estos le contestaron
que estaba equivocado, que el Gobierno no tiene madre.
Y como el Gobierno no
tiene madre poco le importa que los padres pierdan a sus hijos, porque con el
cuento con el que finalizamos este artículo se titula: “No oyes ladrar a los perros”. Juan Rulfo nos narra que un padre
llevaba en sus hombros a su hijo herido, es verdad que el padre estaba
avergonzado porque la herida había sido producto de su descarriada vida, pero
era su hijo y lo llevaba con la ilusión de que llegando al pueblo encontraría a
un médico quien le podría salvar la vida, caminaba y caminaba con su hijo
herido a hombros y le preguntaba que si escuchaba ladrar a los perros, porque
eso sería una señal de estar cerca del próximo pueblo, cuando estaba cerca de
llegar al pueblo su hijo ya no contestó y naturalmente nunca más volvió a
escuchar ladrar a los perros. ¿Qué país es éste, Agripina?
Festejemos el
Centenario de Juan Rulfo leyendo: “El Llano en llamas” obra maestra de la Literatura Universal.
Correo electrónico:
miguel_naranjo@hotmail.com