martes, 27 de junio de 2017


Crónicas urgentes

Su palabra contra la mía.

Por Claudia Constantino

         En la historia reciente de Veracruz no se tiene registro de un día más sangriento y desalmado que el reciente sábado veinticuatro de junio. Las cifras oficiales han reconocido dieciocho ejecutados. Hay quien cuenta veintiuno y otros veintitrés. Entre los salvajes asesinatos hay de todo: mujeres, niños, el más alto mando de la policía federal en la entidad. Todos inocentes.

            Ya era indignante esta realidad monstruosa. Pero que tras este negro balance, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares salga a decir que “es la resaca de los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte”, también hará historia como la declaración más cínica y fratricida. Pero el horror no termina ahí. A pesar de su ineptitud. De haberle mentido a los veracruzanos cuando aseguraba: “Tengo la experiencia para devolver a Veracruz la tranquilidad. Yo sé cómo hacerlo.” O cuando presumía sus excelentes relaciones en el altiplano. A pesar de todo, hay quien insiste en defenderlo. Y él mismo insiste en defenderse.

            Así, salió en entrevista con Carmen Aristegui, por aquello de que los temas los discute con medios nacionales, los locales, parece que no lo merecen como interlocutor. Y ahí, dijo que los casos del fin de semana se relacionan con la delincuencia organizada que llegó a Veracruz de la mano de Fidel Herrera Beltrán, quien recibió 12 millones de dólares por permitirles operar libremente en este territorio.

            Dijo también que: “No me quiero lavar las manos con eso, pero todos los problemas de Veracruz, son la resaca de los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte.”  Recordó que el ex presidente Calderón desmintió a Fidel Herrera cuando decía que no había secuestros en su entidad. La periodista, le recordó que el sistema nacional de seguridad ha reportado un repunte en la violencia en las últimas semanas. El respondió que: “No. Fue en 2015 cuando ese repunte se dio. Y en otros estados la situación es similar.”  Es la palabra de muchos contra la del gobernador.

            La recompensa de un millón de pesos, ofrecida a quien ayude a dar con el paradero de los asesinos tanto de Camilo Juan Castagné, como de los cuatro niños en Coatzacoalcos, a muchos les hizo recordar a los mejores westerns de Hollywood. Y manda el mensaje de que no hay ni estrategia de seguridad, ni control alguno sobre el accionar del crimen organizado que ha hecho de Veracruz su plaza, hoy. Aquí y ahora.

            A Carmen Aristegui también le ha referido el nombramiento de un Fiscal especial para resolver estos dos casos, que de entre los demás registrados el pasado fin de semana, son los que ha destacado el gobernador. Lo que confirma para qué sirve su  fiscal Winckler. El mismo que ha fijado en su cuenta de twiter: “Ejerceré el cargo de Fiscal General de #Veracruz, de forma tal, q mis hijos se sentirán orgullosos de ello. #Justicia”. Parece que los chicos se tendrán que conformar con menos y por desgracia, también los veracruzanos.

            Ni la amistad con Osorio. Ni la venia de sus visitas reiteradas a Veracruz, o el envío de elementos para reforzar la seguridad de la entidad han conseguido nada. La inseguridad es cada vez peor. No importa si el gobernador lo niega o lo admite. Las cifras están ahí. Los hechos lo contradicen.

            Cuando sus defensores salen a decir que la culpa es del Presidente porque no legaliza las drogas y así, se pueda parar el trasiego de drogas y armas por todo el país, lo único que consiguen además de la hilaridad de los sensatos y más enterados, es poner el reflector de manera negativa sobre la cabeza del gobernador Yunes. Pues es el ejecutivo del estado y debería encabezar los esfuerzos por contener al crimen organizado. Y no está dando resultado alguno.

            Cuando Miguel Ángel Yunes era candidato, el problema de la inseguridad ya era crítico. Los problemas generados por el narcotráfico ya asolaban grandes regiones del país. Culpar al gobierno federal de la situación, para eximir al gobierno estatal de su responsabilidad, hace recordar aquella obra extraordinaria de Lópe de Vega: Fuente Ovejuna. ¿Lo recuerda? Los habitantes de una aldea andaluza, hartos de soportar los abusos de su señor , se rebelan unánimemente contra él. La rebelión acaba en asesinato. Cuando el pesquisador cuestiona a los habitantes de la aldea, sobre los hechos, sólo consigue aquella famosa respuesta: ¿Quién mató al Comendador? ¡Fuente Ovejuna, Señor!

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