Crónicas
urgentes
Su
palabra contra la mía.
Por Claudia
Constantino
En la historia reciente de Veracruz no
se tiene registro de un día más sangriento y desalmado que el reciente sábado
veinticuatro de junio. Las cifras oficiales han reconocido dieciocho ejecutados.
Hay quien cuenta veintiuno y otros veintitrés. Entre los salvajes asesinatos
hay de todo: mujeres, niños, el más alto mando de la policía federal en la
entidad. Todos inocentes.
Ya era indignante esta realidad
monstruosa. Pero que tras este negro balance, el gobernador Miguel Ángel
Yunes Linares salga a decir que “es la resaca de los gobiernos de Fidel Herrera
y Javier Duarte”, también hará historia como la declaración más cínica y
fratricida. Pero el horror no termina ahí. A pesar de su ineptitud. De haberle
mentido a los veracruzanos cuando aseguraba: “Tengo la experiencia para
devolver a Veracruz la tranquilidad. Yo sé cómo hacerlo.” O cuando presumía sus
excelentes relaciones en el altiplano. A pesar de todo, hay quien insiste en
defenderlo. Y él mismo insiste en defenderse.
Así, salió en entrevista con Carmen
Aristegui, por aquello de que los temas los discute con medios nacionales, los
locales, parece que no lo merecen como interlocutor. Y ahí, dijo que los casos
del fin de semana se relacionan con la delincuencia organizada que llegó a
Veracruz de la mano de Fidel Herrera Beltrán, quien recibió 12 millones de dólares
por permitirles operar libremente en este territorio.
Dijo también
que: “No me quiero lavar las manos con eso, pero todos los problemas de
Veracruz, son la resaca de los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte.” Recordó que el ex presidente Calderón
desmintió a Fidel Herrera cuando decía que no había secuestros en su entidad.
La periodista, le recordó que el sistema nacional de seguridad ha reportado un
repunte en la violencia en las últimas semanas. El respondió que: “No. Fue en
2015 cuando ese repunte se dio. Y en otros estados la situación es similar.” Es la palabra de muchos contra la del
gobernador.
La recompensa de un millón de
pesos, ofrecida a quien ayude a dar con el paradero de los asesinos tanto de
Camilo Juan Castagné, como de los cuatro niños en Coatzacoalcos, a muchos les
hizo recordar a los mejores westerns de Hollywood. Y manda el mensaje de que no
hay ni estrategia de seguridad, ni control alguno sobre el accionar del crimen
organizado que ha hecho de Veracruz su plaza, hoy. Aquí y ahora.
A Carmen Aristegui también le
ha referido el nombramiento de un Fiscal especial para resolver estos dos
casos, que de entre los demás registrados el pasado fin de semana, son los que
ha destacado el gobernador. Lo que confirma para qué sirve su fiscal Winckler. El mismo que ha fijado en su
cuenta de twiter: “Ejerceré el cargo de Fiscal General de #Veracruz, de forma
tal, q mis hijos se sentirán orgullosos de ello. #Justicia”. Parece que los
chicos se tendrán que conformar con menos y por desgracia, también los
veracruzanos.
Ni la amistad con Osorio. Ni la
venia de sus visitas reiteradas a Veracruz, o el envío de
elementos para reforzar la seguridad de la entidad han conseguido nada. La
inseguridad es cada vez peor. No importa si el gobernador lo niega o lo admite.
Las cifras están ahí. Los hechos lo contradicen.
Cuando sus defensores salen a decir
que la culpa es del Presidente porque no legaliza las drogas y así, se
pueda parar el trasiego de drogas y armas por todo el país, lo único que
consiguen además de la hilaridad de los sensatos y más enterados, es poner el
reflector de manera negativa sobre la cabeza del gobernador Yunes. Pues es el
ejecutivo del estado y debería encabezar los esfuerzos por contener al crimen
organizado. Y no está dando resultado alguno.
Cuando Miguel Ángel
Yunes era candidato, el problema de la inseguridad ya era crítico. Los
problemas generados por el narcotráfico ya asolaban grandes regiones del país.
Culpar al gobierno federal de la situación, para eximir al gobierno estatal de
su responsabilidad, hace recordar aquella obra extraordinaria de Lópe de Vega:
Fuente Ovejuna. ¿Lo recuerda? Los habitantes de una aldea andaluza, hartos de
soportar los abusos de su señor , se rebelan unánimemente contra él. La rebelión
acaba en asesinato. Cuando el pesquisador cuestiona a los habitantes de la
aldea, sobre los hechos, sólo consigue aquella famosa respuesta: ¿Quién mató al
Comendador? ¡Fuente Ovejuna, Señor!
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