domingo, 11 de marzo de 2018

Marcela Lombardo Otero, la mujer combatiente.

Por Helí Herrera Hernández.

                                              
 

            No recuerdo la fecha exacta sino el año, 1978, cuando al término de un mitin de cierre campaña del candidato a presidente municipal en la ciudad de Teziutlán Puebla, el que esto escribe tiene la oportunidad de conocer a la maestra Marcela Lombardo Otero, quien venia en representación de la Dirección Nacional del Partido Popular Socialista. Me le pegue al doctor Rafael Campos López, ex-alcalde de ese municipio, quien me prometió presentármela pero nos ganaron las radiodifusoras con una entrevista que le hicieron sobre el templete, y tuve que esperar mas de media hora para lograr el cometido.

 

         Eran aquellos tiempos del joven militante que leía y releía a Vicente Lombardo Toledano, su padre, oriundo de ese lugar, y que con sus textos orientaba mi ideología. Debo admitirlo: me impresionó. Era alta y con un nivel de conocimiento de la situación que vivía México en esa época.  El simple hecho de ser hija de un miembro de la generación de los siete sabios, fundador de la CTM, vicepresidente de la Federación Sindical Mundial, extraordinario legislador y fundador del Partido Popular ya era de suyo motivo necesario como para acercarse a ella.

 

         La lucha social y política nos hizo coincidir a partir de allí y prácticamente hasta unas cuantas semanas de su muerte. La empecé a tratar como compañera cuando ella siendo miembro del Comité Central del Partido Popular Socialista yo fui elegido candidato a miembro. Coincidíamos en los plenos semestrales por lo menos tres días y fui testigo de las extraordinarias intervenciones que tenía allí, al lado de otros líderes magisteriales y parlamentarios, lo que me hizo siempre buscar su platica, su consejo, y ganarme su confianza para convertirme en mensajero para con sus amigos intelectuales y académicos que tenía en Xalapa como el maestro Ángel J. Hermida Ruiz o Gonzalo Aguirre Beltrán, entre muchos otros, a quien acompañé las veces que los visitó, ante la invitación que para comer o cenar le hacían.

 

         Fue gratificante siempre recibir el consejo y la felicitación de la que en 1994 se convirtiera en candidata a la Presidencia de la República. Recuerdo cuando pase de candidato, a miembro del Comité Central su advertencia: “nunca te quedes callado Helí, pasa a la tribuna siempre y difunde y defiende tus opiniones, que no te espanten los dirigentes nacionales, desempéñate como lo haces como diputado local allá en Veracruz” y así lo hice, con muchos “raspones” de por medio.

        

Siendo diputado federal a la LV Legislatura del Congreso de la Unión fue la primera en abrazarme, en la oficina del dirigente nacional del PPS el maestro Indalecio Sayago Herrera, cuando concluyo el debate sobre el artículo 130 constitucional, y en donde tuve la honra de abrir la sesión histórica que terminó con la claudicación de decenas de priístas y perredistas a los principios juaristas.

 

Algo que quedo grabado en mi memoria fue aquel pleno del Comité central cuando discutimos, ante el embate que desataba Carlos Salinas de Gortarí contra nosotros, buscando desaparecernos políticamente, que posición debíamos de adoptar: ¿participar o no en la sucesión presidencial de 1994?, y cuando se voto por participar con candidato propio fui uno de los tres o cuatro compañeros que nos paramos en la tribuna para pedirle a Marcela Lombardo que fuera ella la que levantara las banderas del nacionalismo revolucionario, el del Estado de Bienestar, y sin titubeo alguno acepto.

 

Sin recursos prácticamente, motivados por la conciencia y el corazón se hizo la campaña. A Veracruz y por petición mía le dedico mas tiempo. Jamás la vi cansada, (tenía aproximadamente 67 años), exigente con los tiempos de las comidas, o quejándose del transporte, del calor o de la lluvia, o de los mítines nocturnos después de una jornada electoral que iniciaba a las 8 de la mañana con entrevistas radiales.

 

La grandeza de Marcela se mide porque destaca cuando solo los hombres tenían la posibilidad de sobresalir. Lucho por los derechos políticos de las mujeres pero también por los laborales de las trabajadoras del campo y la ciudad. Fue, desde mi óptica, pionera en estas lides.

 

El lunes 5 falleció esta combatiente mujer. Tuve la fortuna que 75 días antes me entregara el prologo para mi tercer libro. Lamento no haber apresurado su impresión porque aunque difícilmente lo hubiera hecho por su edad, no por su lucidez, me había prometido venir bajo ese pretexto a la Xalapa de sus recuerdos.

 

Descanse en paz no la hija del ilustre Vicente Lombardo Toledano, sino la mujer que se adelanto a su época en las luchas por darle a las mujeres el sitio que les corresponde en la sociedad, y a México el de un país soberano, independiente, revolucionario y de oportunidades para todos.