domingo, 22 de abril de 2018


Cuba, cambio generacional.
               Por Helí Herrera Hernández.
                                           
         La asunción de Miguel Diaz Canel a la Presidencia de Cuba el pasado 19 de abril viene a ser, en la historia del comunismo y de las actuales naciones socialistas, un proceso de transición de liderazgo diseñado con extremoso  cuidado por los líderes de la revolución, que están conscientes del necesario relevo generacional, pero también de la continuidad de los logros que en materia de educación y salud tiene la isla, así como del rumbo político y económico que tendrá, a partir del envejecimiento de la cúpula militar que desde el triunfo de ésta, mantuvieron el poder.
         Diaz-Canel viene a ser el sobreviviente de aquella generación de jóvenes comunistas, brillantes todos, pero que en algún momento y por circunstancias que solo el comandante Fidel Castro sabe con certeza, porque fueron relevados de los importantísimos cargos que llegaron a ocupar como el Ministerio del Interior, y actualmente están dedicados a distintas actividades privadas, alejados totalmente de su partido y del gobierno como Roberto Robaina y Eduardo Pérez Roque, a quienes politólogos de todo el mundo llegaron a mencionarlos como probables sustitutos del legendario comandante, antes que su hermano Raúl, inclusive.
         Miguel Díaz Canel es el primer civil y el primer cubano nacido después de la revolución que llega a la presidencia de Cuba, pero que fue formado con los valores nacionalistas e ideológicos de la revolución. No era un joven de Fidel, como Felipe  Pérez Roque o Roberto Robaina, sino de Raúl Castro, que es el que lo impulsó en los distintos cargos que tuvo dentro de la estructura del partido Comunista Cubano provincial y nacional, y más tarde, cuando éste asume el poder a la muerte de su hermano, lo promueve a primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros (el número dos en la jerarquía de mando en el mundo occidental).
             La pregunta que flota en el mundo, sin embargo, es si Díaz-Canel mantendrá las actuales fórmulas cubanas en políticas públicas, criticadas por los líderes de las naciones imperialistas remarcadas en derechos humanos, libertad de expresión y conducción económica estatista, o enrumbará ésta última a un socialismo Chino o Vietnamita, alejándolo de la ortodoxia soviética.
         Lo que es cierto, después de asumir su nuevo encargo, es el asedio que tanto Rusia como China han realizado con él. No mostraron cautela alguna y han vertido elogios hacía el nuevo líder cubano, sabedores del papel estratégico que la isla mayor del Caribe tiene con su principal adversario, Los Estados Unidos, y han ido desde ensalzar su formación académica-política, su sólida concepción ideológica, y ya ofrecieron toda la cooperación económica que Cuba quiera para seguir rompiendo el bloqueo norteamericano y generar desarrollo y bienestar con el pueblo de José Martí.
         No se trata pues de un simple cambio generacional, sino de continuidad o renovación. Fuimos testigos, ante el retiro de Fidel Castro por convalecencia, de la toma del poder político de su hermano Raúl, quien impulso una serie de cambios en materia económica que han impactado en la sociedad satisfactoriamente, sin renunciar al papel que el Estado debe tener de garantizar educación y salud gratuita, eficiente y de alta calidad, ante la caída del bloque de países socialistas, y árbitro entre el capital privado y el público.
         La llegada de Miguel Díaz-Canel se traduce en una victoria de Raúl Castro frente al asedio internacional, pero también del aparato militar cubano, al no ser el nuevo mandatario de las fuerzas armadas. Lo logra con un proceso pacifico, terso, sin sobresaltos y él, ya ungido el jueves, mando a propios y extraños un mensaje donde ratifica su militancia, su formación y su lealtad a la revolución, al no ocupar la silla que por siempre ocupó el comandante Fidel Castro en la Asamblea Nacional, advirtiendo de esa forma quien sigue siendo el comandante en jefe de la revolución.