Cuba, cambio generacional.
Por Helí Herrera Hernández.
La
asunción de Miguel Diaz Canel a la Presidencia de Cuba el pasado 19 de abril
viene a ser, en la historia del comunismo y de las actuales naciones
socialistas, un proceso de transición de liderazgo diseñado con extremoso cuidado por los líderes de la revolución, que
están conscientes del necesario relevo generacional, pero también de la
continuidad de los logros que en materia de educación y salud tiene la isla,
así como del rumbo político y económico que tendrá, a partir del envejecimiento
de la cúpula militar que desde el triunfo de ésta, mantuvieron el poder.
Diaz-Canel
viene a ser el sobreviviente de aquella generación de jóvenes comunistas,
brillantes todos, pero que en algún momento y por circunstancias que solo el
comandante Fidel Castro sabe con certeza, porque fueron relevados de los
importantísimos cargos que llegaron a ocupar como el Ministerio del Interior, y
actualmente están dedicados a distintas actividades privadas, alejados
totalmente de su partido y del gobierno como Roberto Robaina y Eduardo Pérez
Roque, a quienes politólogos de todo el mundo llegaron a mencionarlos como
probables sustitutos del legendario comandante, antes que su hermano Raúl,
inclusive.
Miguel
Díaz Canel es el primer civil y el primer cubano nacido después de la
revolución que llega a la presidencia de Cuba, pero que fue formado con los
valores nacionalistas e ideológicos de la revolución. No era un joven de Fidel,
como Felipe Pérez Roque o Roberto
Robaina, sino de Raúl Castro, que es el que lo impulsó en los distintos cargos
que tuvo dentro de la estructura del partido Comunista Cubano provincial y
nacional, y más tarde, cuando éste asume el poder a la muerte de su hermano, lo
promueve a primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros (el
número dos en la jerarquía de mando en el mundo occidental).
La pregunta que flota en el mundo, sin
embargo, es si Díaz-Canel mantendrá las actuales fórmulas cubanas en políticas
públicas, criticadas por los líderes de las naciones imperialistas remarcadas
en derechos humanos, libertad de expresión y conducción económica estatista, o
enrumbará ésta última a un socialismo Chino o Vietnamita, alejándolo de la
ortodoxia soviética.
Lo que
es cierto, después de asumir su nuevo encargo, es el asedio que tanto Rusia
como China han realizado con él. No mostraron cautela alguna y han vertido
elogios hacía el nuevo líder cubano, sabedores del papel estratégico que la
isla mayor del Caribe tiene con su principal adversario, Los Estados Unidos, y
han ido desde ensalzar su formación académica-política, su sólida concepción
ideológica, y ya ofrecieron toda la cooperación económica que Cuba quiera para
seguir rompiendo el bloqueo norteamericano y generar desarrollo y bienestar con
el pueblo de José Martí.
No se
trata pues de un simple cambio generacional, sino de continuidad o renovación.
Fuimos testigos, ante el retiro de Fidel Castro por convalecencia, de la toma
del poder político de su hermano Raúl, quien impulso una serie de cambios en
materia económica que han impactado en la sociedad satisfactoriamente, sin
renunciar al papel que el Estado debe tener de garantizar educación y salud
gratuita, eficiente y de alta calidad, ante la caída del bloque de países
socialistas, y árbitro entre el capital privado y el público.
La
llegada de Miguel Díaz-Canel se traduce en una victoria de Raúl Castro frente
al asedio internacional, pero también del aparato militar cubano, al no ser el
nuevo mandatario de las fuerzas armadas. Lo logra con un proceso pacifico,
terso, sin sobresaltos y él, ya ungido el jueves, mando a propios y extraños un
mensaje donde ratifica su militancia, su formación y su lealtad a la
revolución, al no ocupar la silla que por siempre ocupó el comandante Fidel Castro
en la Asamblea Nacional, advirtiendo de esa forma quien sigue siendo el
comandante en jefe de la revolución.