Necesitamos el cómo y el con qué.
Por Helí Herrera Hernández.
Escuchar a los candidatos a la Presidencia de la
República proponer alternativas a la crisis que atraviesa el país en materia de
seguridad, educación, salud, empleo o vivienda, es esperanzador.
Casi todos coinciden en el diagnóstico: México no
puede seguir con los índices de criminalidad, secuestros, robos y extorsiones que
registran las estadísticas oficiales y privadas. No podemos seguir fomentando
una educación elitista que deja sin educación media superior y superior a
centenas de miles de jóvenes a lo largo y ancho de la República. Los altos
índices de desempleo son alarmantes y los empleos que existen, en más del 70
por ciento están mal pagados, no alcanzándole a las masas obreras a satisfacer
sus necesidades más elementales de bienestar. El sistema de salud pública hace
agua y cada vez la capacidad del IMSS, ISSSTE y hospitales públicos tienen
menos instrumental clínico, menos camas, menos medicinas. Y terminan el
discurso frente a los oyentes afirmando que ellos van a resolver estos
problemas que hacen infelices a la inmensa mayoría de compatriotas.
El discurso es fácil ante la muchedumbre o ante los
medios de comunicación, el problema es que hasta el momento ninguno de los
cuatro ha dicho como va hacer para
abrirle las puertas a todo aquel bachiller que quiera ingresar a la
universidad, si en este modelo económico los recortes al presupuesto educativo
son el pan de cada día. No le he escuchado a ninguno de ellos un conque dinero lo harán realidad, de
donde vendrá, como lo recaudarán y más, cuando todos ellos han afirmado a las
multitudes que no van a subir los impuestos, que sería una fuente financiadora
de dicho proyecto.
Seamos serios: Afirmar que con bajarse los salarios la
alta burocracia solucionaremos todos estos problemas es ridículo, porque lo
ahorrado en esa asignatura, más lo que se pueda recuperar evitando la
corrupción, no serviría ni siquiera, para cubrir el déficit educacional que
tenemos.
Los cuatro coinciden, además, en que no recurrirán al
financiamiento a través de la banca privada o de los organismos financieros
internacionales, tanto para reactivar el mercado interno como para engrosar el
presupuesto de egresos, y de esa forma orientarlo con un sentido social, que
es, hasta la fecha, lo que no ha ocurrido.
Las campañas se han convertido en escenarios de
engaño, de tomadura de pelo y más, cuando no existe una conciencia social
analítica y reflexiva, que haga pensar al sufragánte, antes de emitir su voto,
descubriendo quien de los candidatos le miente más para no votar por él, o por
ellos.
¡ Reactivar el campo mexicano para que seamos
autosuficientes en materia alimentaria!, afirman los candidatos a la primera
magistratura. ¿Cómo?, Generar
educación de calidad y no dejar a ningún estudiante fuera de las aulas, ¿Conque?. ¡Crear una banca de
desarrollo, para financiar todos estos proyectos!, ¿bajo qué políticas
públicas?, si el motor del actual modelo económico es el de la propiedad
privada, el del agiotísmo, el de privilegiar a los banqueros por encima del
interés social, del bien común.
En cada campaña electoral salen los candidatos a
subastarse, a pedirle al pueblo que los compren porque traen una varita mágica
que resolverá así, con magia, toda la problemática nacional y les ha resultado,
gracias a los estándares de empobrecimiento que el poder público ha generado y
fomentado.
Mientras no existan autoridades electorales autónomas
de los partidos políticos, que castiguen a los candidatos que engañen, que
prevariquen contra la sociedad nacional, con la anulación de su candidatura,
esto parece ser el cuento del nunca acabar.