A 2
años.
Por Helí Herrera Hernández.
Pasado mañana cumple
Andrés Manuel López Obrador dos años de aquel histórico triunfo, con el respaldo
de mas de 30 millones de mexicanos, que vieron en su movimiento la esperanza de
acabar con la corrupción, la inseguridad y la pobreza.
El
escenario que su triunfo vislumbraba, era el de un gobierno fuerte, por la
contundencia del mismo. No requería, ni siquiera, de algún apoyo partidario
externo a MORENA para construir el sueño de esos millones de compatriotas que,
hastiados, sufragaron por él.
El
Poder Legislativo federal, tan necesario para convalidar la superestructura
jurídica, y el andamiaje político-económico que requería para encarrilar el
desarrollo del México prometido a sus compatriotas, estaba también en sus
manos. No había pretexto para fallar.
Así
arranco el primero de diciembre, con un decreto de extinción del neoliberalismo sin
haber logrado erradicar, entre varios miembros distinguidos de su gobierno y
círculo cercano, el >egoísmo
individual<,
que es motor de enriquecimiento, como se encuentra establecido en
infinidad de libros de economía, surgiendo los primeros escándalos en un
gobierno que traía como apotegma. “no puede haber un gobierno rico con un
pueblo pobre”, cuando en esa burbuja amloista empezaron a aparecer
multimillonarias fortunas, fruto de corrupción, porque no han lograda
explicarlas los hombres y mujeres del presidente, que empezaron a dinamitar el
prestigio del gobierno López Obradorista.
Lo solido del movimiento empezó a
fracturarse, porque el fuego amigo se desató y él lo permitió. Dejo
crecer el ala radical
del movimiento que fue el vehículo para accesar al poder publico, sin observar
que vulneraría el ejercicio de éste. Los escándalos de las portentosas fortunas
de Bartlett, del gobernador de Puebla, del secretario de comunicaciones, de la
secretaria de gobernación, de la secretaria de la función publica han rebasado
las acciones políticas de Andrés Manuel, generando divisiones en MORENA y el gobierno (véase pugna
Ricardo Monreal vs Jhon Ackerman, o Alfonso Ramírez Cuellar vs Yeidckol
Polevnsky), cuando por el momento que atraviesa el gobierno federal, deberían
estar cerrando filas con el líder
presidente.
Desde
luego que, en la perspectiva del ejercicio de su poder, AMLO jamás previó
tampoco la aparición de la pandemia y los efectos macro y micro económicos que
la misma desataría, que están poniendo en jaque todo lo presupuestado por el
para su mandato, sin contar, además, los malos gobiernos estatales de personeros
de su movimiento que son los peores calificados a nivel nacional.
Así,
ese enorme capital político de Andrés Manuel, el peso de la realidad vino a demostrar que no era
infinito. Los anhelos de un gobierno en beneficio de los pobres se
transformaron en pesadilla, en un negro presagio para el curso del sexenio,
porque en estos meses terribles del ejercicio del poder publico, están pesando
mas los tropiezos que las pretensiones de los opositores de descarrilarlo.
Lo
escribí apenas en mi último artículo, la semana pasada, en este mismo espacio:
ha llegado el momento de que AMLO
haga sumas políticas
en lugar de ahondar las distancias con la oposición. El escenario tras
su triunfo el primero de julio de 2018 es totalmente otro para el segundo
semestre de 2020, y ni que decir para 2021, donde quieran o no, serán evaluados
el 6 de junio y tiene mas
que perder el presidente que morena, porque MORENA sin el, ya
estamos viendo que es: la
antesala del purgatorio.
Atrás
deben quedar los irracionales ataques de quienes intoxicados del poder que la ciudadanía les
dio, aquel histórico domingo 1 de julio, porque se subieron en la ola amloista,
aunque ayunos de ideología y vacíos de sentido común, solo conocen el vocabulario del
insulto y la intimidación.
Es
la hora del dialogo entre gobierno y opositores para que México salga de esta
pesadilla. Es la hora de dar un golpe de timón para rectificar la ruta con la
suma política. Los nuevos tiempos y sus circunstancias así lo exigen.