CENTENARIO
LUCTUOSO DE
BENITO PÉREZ GALDÓS. (III)
“Misericordia.”
Por Mtro.
José Miguel Naranjo Ramírez.
La
pobreza lamentablemente ha acompañado al hombre en su largo devenir, con el
paso de los años se han acuñado términos para describir y clasificar tipos de
pobrezas, uno de ellos es la pobreza extrema donde el individuo o mejor dicho
individuos se encuentran carentes de lo mínimamente esencial para poder vivir,
esto implica carecer de un lugar seguro donde vivir, sufrir día a día para
poder alimentarse, difícilmente se tiene acceso a servicios de salud, y un
sinfín de necesidades que tristemente siguen siendo una realidad en una
sociedad desigual, individualista, egoísta e inmisericorde, y esta cruda
realidad es desnudada en la novela: “Misericordia”
de Benito Pérez Galdós, obra publicada en Madrid, España en el año 1897.
Para
escribir “Misericordia” Don Benito
Pérez Galdós se fue a caminar los barrios bajos de Madrid, conoció la pobreza
en la que vivían muchas personas de manera directa, sus sufrimientos, tristezas,
deseos, sueños, angustias, conflictos, lenguaje, un sinnúmero de caracteres,
conductas, costumbres, idiosincrasias, que le proporcionaron al escritor mucha
información y elementos que le permitieron escribir una extraordinaria novela,
de hecho al momento de leer el prólogo de la obra me acordé que lo mismo hizo
Luis Buñuel en el caso mexicano para escribir el guion de su inmortal película:
“Los olvidados”, película que en sus inicios fue prohibida en México porque
enseñaba un rostro real que el gobierno quería se mantuviera oculto, es decir,
el rostro de la pobreza extrema que todavía no se ha ido.
Partiendo
de los antecedentes antes señalados el lector se irá a vivir directamente al
considerado bajo mundo de la pobreza humana tanto material como en algunos
casos espiritual, aunque es importante puntualizar que si bien Pérez Galdós
retrata a personas ingratas, avaras, indignas, despilfarradoras, también nos
enseña que la condición humana en su aspecto positivo y ejemplar se puede
encontrar en plena pobreza, y para analizar y fortalecer el presente argumento
contaré la historia partiendo de la protagonista principal llamada Benigna
conocida como Nina o Benina.
Benina
nació y creció careciendo de toda comodidad, desde muy joven tuvo que soportar
y sobrevivir a todo tipo de circunstancias, en la historia Benina aparece como
una pobre mujer que pide limosna afuera de una Catedral en Madrid, el narrador
cuenta que aun en esta sociedad existen las jerarquizaciones, autoritarismos,
abusos, explotaciones, ejemplo es que al final del día de labores pedigüeñas se
hace una repartición entre todos, pero siempre quien decide quien ganas más y
quien menos es la lideresa del grupo siendo normalmente la más antigua de las
pedigüeñas, bajo este ambiente de abusos y agregándole la extrema necesidad,
Benina nunca protesta, respeta las reglas del grupo y es considerada una mujer
generosa, respetuosa, digna de respeto y por lo que sigue en la historia digna
de admiración.
Resulta
que Benina vivía con doña Francisca Juárez de Zapata mejor conocida como doña
Paca, esta adulta mujer había nacido y crecido en una familia acomodada, cuando
se casó mantuvo una vida de lujo y dilapidación, al momento que su esposo murió
su estabilidad económica vino a menos al extremo de no tener ni que comer.
Benina había sido “la sirvienta” de
la casa en los momentos de bonanza, esta noble mujer le tenía mucho cariño a
doña Paca y a sus dos hijos Obdulia y Antoñito. Benina teniendo un corazón
bondadoso y misericordioso no abandonó a la familia en los tiempos de crisis,
hacia mil cosas para llevar de comer a doña Paca y sus hijos y como la crisis
cada vez era peor, Benina decidió ponerse a pedir limosna, pedir prestado, en general
realizaba día a día todo tipo de malabares para que a su familia no le faltara
nada.
Conforme
se avanza en la historia el personaje de Benina te va conquistando, no tan sólo
es leal y generosa con doña Paca, además, ayuda a muchos de sus compañeros en
pobreza, como puede les da de comer, solicita ayuda para resolver problemas de
otros, ella anda andrajosa, a veces sin zapatos, pero su tranquilidad y
preocupación estriba en que los suyos no se queden sin comer, y por si fuera
poco, Benina jamás le ha dicho a doña Paca que pide limosna para que ella y sus
hijos coman, sabe que la orgullosa mujer se moriría de vergüenza, Benina le
dice que trabaja en la casa de un sacerdote llamado Romualdo y que es un hombre
muy generoso, por supuesto que es un larga historia inventada por Benina para
que doña Paca este tranquila, porque si bien el hambre la está matando, la
soberbia y el cuidado de su alcurnia no la dejan en paz.
Un
día Benina se vio obligada a cambiar de Catedral para tratar de obtener más
limosna, la policía la encerró en la cárcel porque el Gobernador no quería
hubiera indigentes en el bello centro de la ciudad, al inicio doña Paca lloraba
y se preocupaba por Benina, sobre todo, porque ahora quién le llevaría de
comer, no obstante, en plena tragedia de
estas vidas, apareció un personaje llamado Romualdo, no el inventado por
Benina, sino uno real, y este personaje venía a informarle a doña Paca que era
heredera de una gran fortuna, la desaparición y la preocupación que tenía por Benina
en ese instante desapareció y doña Paca empezó a realizar los trámites para
obtener su gran herencia, a los pocos días doña Paca y sus hijos eran personas
adineradas, con nuevas sirvientas, lujos, grandes comidas y de pronto se la
apareció Benina en su casa para decirles que la habían metido a la cárcel y
doña Paca la recibió con las siguientes palabras:
“
–Mujer, entra, entra –murmuró desde el
fondo del comedor, con voz ahogada por los sollozos, la señora doña Francisca
Juárez. Manteniéndose en la puerta, le contestó Benina con voz entera: -Aquí estoy, señora, y como dicen que mancho
los baldosines, no quiero pasar, digo que no paso… me han sucedido cosas que no
le quiero contar por no afligirla… llevándome presa, he pasado hambre… he
padecido vergüenzas, malos tratos… yo no hacía más que pensar en usted, y si
tendría también hambre y si estaría desamparada. –No, no. Benina: desde que te
fuiste, ¡mira qué casualidad! Entró la suerte en mi casa… parece un milagro,
¿Verdad? Benina no contestó sílaba, y arrimándose a la puerta, sollozaba. –Yo
de buena gana te recibiría otra vez aquí –afirmó doña Francisca, pero no
cabemos en casa, y estamos aquí muy incomodas… ya sabes que te quiero, que tu
compañía me agrada más que ninguna, pero… ya ves…, mañana estaremos de mudanza.
¿Qué dices? ¿Tienes algo que decirme? Hija, no te quejarás; ten presente que te
fuiste de mala manera, dejándome sin una miga de pan en la casa, sola
abandonada… ¡vaya con Benina!”
El
dialogo es más largo y en lo personal provoca nausea leerlo, el recibimiento de
doña Paca se resume en que le dijo a Benina que no se preocupara más, que todos
los días podría venir a su casa a recoger la sobra de la comida que normalmente
sobraba bastante y así alcanzaría para ella y para sus otros menesterosos, por
supuesto que Benina se fue destrozada repitiendo las palabras: ingratas, ingratas, sin embargo, si la
actitud de doña Paca provoca asco, la reflexión final de Benina causa asombro,
admiración y nos quedamos con un final de la condición humana no tan
desconsolador y desesperanzador:
“Sacamos la certeza de que todo es lo mismo,
y que las partes del mundo son, un suponer, como el mundo en junto; quiere
decirse, que en donde quiera que vivan los hombres, o verbigracia, mujeres
habrá ingratitud, egoísmo, y unos que manden a los otros y le cojan voluntad.
Pero lo que debemos hacer es lo que nos manda la conciencia, y dejar que se
peleen aquéllos por un hueso, como los perros; los otros por un juguete, como
los niños, o éstos por mangonear, como los mayores, y no reñir con nadie, y
tomar lo que Dios nos ponga adelante, como los pájaros…”
Al
final, doña Paca resultó ser ¡tan pobre!, pero, ¡tan pobre!, que lo único que
tenía era dinero, por su parte Benina encarna literalmente la palabra
misericordia, aquella que es definida como: “Inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda”
e incluso por encima de la misericordia tradicional y supuestamente más elevada
consistente en: “Cualidad de Dios, en
cuanto ser perfecto, por la cual perdona los pecados de las personas.”