SABERES Y SABORES
LA ESCUELA DE BELÉN
Coloquio de los secretos de mi alma
RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS
–Alma mía, ahora que se acerca la Navidad, inscríbete a la escuela de Belén, en donde se inicia en el conocimiento sobre mí. Allí aprenderás a observar, a escuchar y a meditar en el sentido profundo de la sencillez y humildad para que sepas imitar la vida de esta familia. Es un método que te hará descubrir quién soy Yo. Es necesario el conocimiento de las costumbres, el lenguaje y las prácticas, es decir, todo aquello de lo que me sirvo. Alma mía, aquí todo habla, todo tiene un sentido; necesitarás de una disciplina espiritual si pretendes seguir en verdad las enseñanzas. La primera lección es el silencio y el amor a este. Cuando hayas aprendido el sentido del silencio pasarás a la segunda lección: el recogimiento y la interioridad; después a la tercera lección: formación de estudio y meditación de una vida interior intensa de oración personal que solo Dios ve; a la cuarta lección: comunión de amor, su dulce, irreprochable e incomparable función en el plano social; y finalmente a la quinta lección: el trabajo. En esta última aprenderás la austera pero redentora ley del trabajo, recordando que no debe ser un fin en sí mismo, que su dignidad y la libertad para ejercerlo no proviene tan solo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encausan hacia un fin más noble. ¡Inscríbete, alma mía!
–Señor, mira que estoy un tanto solo y desamparado por este tiempo en donde se acerca la Navidad. Me trae recuerdos de familiares, conocidos y amigos que han partido y todo ello me hace entristecer. Me siento contrariado, aunque no estoy solo, por momentos como ahora. Así me siento, te pido de todo corazón que me aceptes en la escuela de Belén para aprender, pero antes envía un rayito de tu grandiosa luz para que ilumine mi alma y desaparezca la melancolía de este pobre corazón.
–Alma mía, el amor es diálogo entre dos personas, es el fundamento de toda educación. Así que si quieres ser educado en el amor, deberás aprender para después enseñar, exhortar, prometer y dar ejemplo. ¡Yo soy el educador por excelencia!, deseo obtener de ti una obediencia, no solo mediante enseñanzas, sino también en la práctica cotidiana de una vida ordinaria llena de virtud. ¡Envío mi luz para que ilumine tu existir!
–Señor mío, después de amarte a ti debo de amarme a mí y aprender a amarme intensamente, como una relación estable, profunda y confiada en el abandono. Enseguida debo amarme a mí, después salir a hablar con los hechos el amor a los demás y con acciones concretas de ayuda. El amor que Dios nos tiene lo ha manifestado al enviar al mundo a su Hijo unigénito para que vivamos por Él. Aclaro que el amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo.
–Alma mía, espero que sigas aprendiendo en la escuela de Belén. No endurezcas tu corazón como en los días de tu juventud y de tu rebelión, en los cuales, distraído por los afanes de la vida, pasaste la Navidad sin acordarte de mí.
–Señor, gracias, por venir a mí.