miércoles, 13 de noviembre de 2024


CENTENARIO LUCTUOSO DE FRANZ KAFKA. (II)

“Algunos cuentos kafkianos.”  

Por Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

    La sensación de soledad es un tema recurrente en la obra de Kafka. Regularmente el artista refleja en sus obras lo que siente, desea, padece o disfruta. Kafka es un escritor que padece, en momentos revela enorme insatisfacción ante determinada realidad. En el relato: “Contemplación”, donde el literato de origen checo escribió al interior del relato varios microrrelatos, en el titulado: “La desdicha del solterón”, el personaje expresa su soledad, infortunio e insatisfacción: “¡Parece tan duro quedarse soltero! Poniendo mucho cuidado –ya que uno es un hombre viejo –de salvaguardar la dignidad, rogar se lo admita cuando uno quiere pasar una velada entre la gente; estar enfermo y contemplar durante semanas desde el rincón de su cama la pieza vacía; despedirse siempre ante la puerta de calle; no subir nunca airosamente la escalera junto a su señora; …tener que admirar los niños de los otros.” Verdad es que matrimoniarse o no hacerlo es una decisión libre del individuo, la historia de nuestros sentimientos y emociones nos enseñan que, si lo haces, habrá otro tipo de conflictos, y si no lo haces, naturalmente existirán dudas, añoranzas y deseos por contar con lo que otorga el concepto de familia bien establecida: compañía. La buena compañía es un tema no menor, porque en este caso el personaje dice estar viejo y afrontar el cierre de nuestra estancia terrenal de forma solitaria, imagino que debe tener sus complicados instantes. En fin, esta temática puede ser abordada según la circunstancia de cada quien y sus valores e ideas, mas, el personaje kafkiano aquí se siente desdichado y muy solo.  

    El sentimiento de la culpa es otra de las características que más distinguen los cuentos de Kafka. Al lado de la culpa, sus personajes denotan angustia. Por supuesto que el genio de Kafka es tan diverso, que en una pequeña historia el lector podrá percibir muchos temas más, no obstante, considero que la culpa y la angustia son sensaciones recurrentes en sus historias. En el cuento: “En la colonia penitenciara”, nos encontramos con una de las narraciones más leídas y controvertidas del autor. El planteamiento que nos puede servir como punto de salida consiste en saber que nos ubicamos en una Isla, donde se llevan a cabo ejecuciones muy particulares. Los “sentenciados” a muerte son torturados por una maquina que les va grabando en el cuerpo el nombre del delito que cometieron, a partir de lo narrado por Kafka, pensemos en el siguiente ejemplo: usted es “sentenciado” porque no es parte del régimen oficialista. La palabra sentenciado la he entrecomillado debido a que no existió ningún proceso ante el juez, y, por tanto, ni pruebas de cargos ni descargos, es más, ni siquiera el motivo de la condena es real. El hecho es que usted será ejecutado por esa maquina y la misma le va grabando en su cuerpo la causa que lo ha llevado a la muerte: Usted no es parte del régimen, debe morir. Usted no es parte del régimen, debe morir. Usted no es parte del régimen, debe morir…al inicio las letras se distinguían en su cuerpo con el mensaje, al seguir la maquina grabando y grabando, su cuerpo ya muy ensangrentado hace que el mensaje no se distinga, sólo el color rojo sobresale. Lo interesante de la ejecución estriba en que la observan los ciudadanos de la Isla, quienes, por cierto, son una gran mayoría y ellos sí pertenecen al régimen, mejor dicho, no pertenecen, pero son los creadores del mismo. Todos gozan la ejecución, la disfrutan. Así es la historia en este relato, en el de Kafka existe un cambio fundamental consistente en que el ejecutador, al final, decidió ser el ejecutado. ¿Por qué este auto-ejecutamiento? Será por simple acto de renuncia, por una sensación de absurdo o por un acto redentor…

    En todo el desarrollo de la trama se encuentra un personaje que es el viajero, este fue a conocer el proceso para analizarlo y quizás, sancionarlo como inhumano, violento, cruel…el viajero observa todo, habla muy poco, opina muy poco, está contra la barbarie, pero en el fondo se intuye que le agrada el procedimiento inquisidor. Calla y calla. Créanme que: “En la colonia penitenciaria” es un relato cruel y espectacular, fue

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publicado en 1914, es decir, en pleno contexto de la primera guerra mundial. Esa maquina asesina kafkiana resultará inocente comparándola con los métodos exterminadores de la segunda guerra mundial.  

    La incomprensión es otro tema pilar en la obra de Kafka. Él se sintió incomprendido por su padre, hecho que analizamos en su famosa: “Carta al padre”1. Esa misma incomprensión se manifiesta en “La metamorfosis”, aquí ya estamos en la ficción. Y continuando en el terreno de la ficción, el asunto de la incomprensión resalta en los extraordinarios relatos: “Un médico de campo” y “Un artista del hambre”.  Debo confesar que la historia del médico del campo es de las que más me gustó. Nos topamos con un personaje incomprendido, no valorado. Él es un profesional que se esfuerza por prestar el mejor servicio médico a los pobladores. Su función está en salvar la vida, si lo hace, la gente medio se lo agradece, aun así, no deja de ser un simple médico. En caso de no salvarle la vida a sus pacientes, entonces, este personaje no llega ni a simple médico, por ello los niños del coro en su escuela cantan: “Si no cura, mátenlo, sólo es un médico.”  

    Seguramente así se sentía Kafka, un artista incomprendido y considero que no por un acto de pedantería, no, basta recordar que, si no fuera por su amigo Max Brod, su obra no se hubiera publicado. La incomprensión que pudo llegar a sentir Kafka era una incomprensión que rebasa la valorización del arte. Sentir que nada importa, que cada quien vive en su egoísmo, que hagas lo que hagas a nadie le importa, debe causar una tremenda impresión de desasosiego y vértigo. No debemos olvidar que somos seres sociales y esto implica que una mirada comprensiva, un gesto amistoso, pueden llegar a ser más curador que cualquier medicina. Si a todo esto le agregamos que, en caso de no importar al otro actos básicos, comunes, humanos, mismos que se pueden resumir con preguntas: ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? O, con expresiones: ¡Tranquilo, cuentas conmigo! Ya se podrán imaginar la falta de comprensión e interés por las creaciones artísticas.  

    Parafraseando a Kafka: es sólo un médico, que puede importar. No tengo tiempo para leer, eso implica perder mi tiempo. Que se ponga a trabajar, no son tiempos para estar leyendo y escribiendo. Hay que comer y cubrir gastos. ¡Nombre! Ese tipo escribe puras amarguras, el tiempo es limitado para estarnos amargando, no me importa su arte. Este tipo de expresiones y otras que el lector podrá imaginar, hacen que los artistas vivan del hambre y con hambre. Sí, del hambre, porque un cirquero decide ayunar y ayunar. El educado público y, sobre todo, el humano y sensible público lo va a ver. Viven con el morbo para ver hasta cuánto aguanta. Al lado del artista del hambre, se encuentra una pantera, este animal traga y traga…el artista del hambre morirá, y el sensible público observa y observa.

    Hace unos días observé un video donde un joven se agarraba de un puente porque la corriente del río casi estaba llevándoselo. Un grupo de mujeres se pusieron a grabar con sus celulares el suceso. Estaban tan cerca del joven, que con el sólo hecho de darle la mano, lo hubieran podido salvar. Pero no, las mujeres prefirieron grabar para ver qué sucedía. Al poco tiempo el joven perdió la batalla contra la corriente. En ese instante una mujer gritaba: “¡Se lo lleva, se lo lleva! ¡Ya se lo llevó! Cómo no sentirse sólo ante un mundo así.  

La realidad rebasa a la ficción.