sábado, 31 de enero de 2015


Los Políticos
 
Don Pablo y el asilo Sayago

Por Salvador Muñoz

 

 El pasado 29, don Pablo cumplió  75 años de vida. Era cerca de la medianoche cuando llegaron hasta su cama. No, no era para felicitarlo, cantarle unas “mañanitas” tardías o llevarle algún presente. Era la directora del asilo Sayago, que acompañada de policías, no sólo le exigía al anciano que entregara una navaja Victorinox, sino que desalojara el lugar. La razón: Alguien le dijo que don Pablo quería hacerle daño.

II

Se llama Pablo Pérez Ambriz y desde el junio del 2013 es residente del asilo Sayago. Era indigente y fue en la calle que se encontró  a Verónica Rodríguez Estrada, en ese tiempo, directora de ese lugar. Tras un cuestionario verbal, lo invitó al asilo aunque él le precisó que tenía un problema: era adicto a la marihuana. Ella fue muy precisa: Nada de meter alcohol ni drogas. Lo mandaron a tratamiento al Centro de Salud Mental en el Macuiltepec y en el lapso de su ingreso a la fecha, acepta que ha tenido tres recaídas.

Sin embargo, ése no es el problema. Su problema es que está en desacuerdo en el trato que algunas enfermeras y cocineras dan a otros ancianos con problemas de ceguera, enfermedades mentales o inválidos, al grado de calificarlo como “brusco”.

Quizás esa rebeldía al maltrato hacia sus compañeros hizo que la actual directora, Rosa Herlinda Méndez Díaz, hace aproximadamente seis u ocho meses, le extendiera un documento para que lo firmara. Al leerlo, el contenido refería que se iba por propia voluntad, del asilo, a lo que se negó.

III

Don Pablo tiene una navaja Victorinox que tiene doble valor. Por un lado, es el único recuerdo que tiene de un hijo, pues se la regaló. Por otro lado, es, junto con unas tijeras y un punzón, su herramienta de trabajo con la que confecciona pulseras para vender y obtener un ingreso extra al que recibe de 70 y Más que, curiosamente, tiene otra historia relacionada con la directora del Asilo: Trató de evitar que recibiera tal apoyo bajo el argumento de que se lo iba a gastar en drogas y alcohol y cuando vio que su argumento no funcionó, entonces le exigió a don Pablo una cuota por dormir en el asilo: “pero estoy exento” dice; “pareciera que tiene una obsesión por sacarme de allí”.

IV

En el Centro de Salud Mental asegura que le hicieron un examen y la sorpresa fue que gozaba de excelente salud tanto física como mental pues hubo una ocasión en que la directora del Asilo pretendió  que fuera trasladado a un psiquiátrico.

No es para menos. Si don Pablo ve maltrato hacia con sus compañeros, ha tenido el valor de presentarse no sólo ante Derechos Humanos, sino hasta la misma agencia del Ministerio Público, donde si bien, es recibido y escuchado, no pasa de ahí.

V

Don Pablo, hombre alegre que es sacudido por una temblorina, quizás provocada por los temas abordados que hace que detenga la conversación y pida disculpas mientras se controla. Nos ofrece un café que con amabilidad se le agradece.

—Y bueno, don Pablo, ¿qué pasó con los Policías?

—Pues se retiraron… como que comprendieron que no había nada que hacer allí.

—¿Y qué es lo que pide?

—Que la directora crezca, que tenga un buen trato hacia los residentes, que entienda la responsabilidad que tiene en el Asilo…

Vuelve a ofrecer un café y entre que saca sus cosas, aparecen unas pulseras, verdes, amarillas, azules, de colores… es lo que hace con un punzón, unas tijeras y una navaja Victorinox, el único recuerdo que tiene de su hijo…

 

smcainito@gmail.com