Los Políticos
Don Pablo y el asilo Sayago
Por Salvador Muñoz
El pasado 29, don
Pablo cumplió 75 años de vida. Era cerca
de la medianoche cuando llegaron hasta su cama. No, no era para felicitarlo,
cantarle unas “mañanitas” tardías o llevarle algún presente. Era la directora
del asilo Sayago, que acompañada de policías, no sólo le exigía al anciano que
entregara una navaja Victorinox, sino que desalojara el lugar. La razón:
Alguien le dijo que don Pablo quería hacerle daño.
II
Se llama Pablo Pérez Ambriz y desde el junio del 2013 es
residente del asilo Sayago. Era indigente y fue en la calle que se
encontró a Verónica Rodríguez Estrada,
en ese tiempo, directora de ese lugar. Tras un cuestionario verbal, lo invitó
al asilo aunque él le precisó que tenía un problema: era adicto a la marihuana.
Ella fue muy precisa: Nada de meter alcohol ni drogas. Lo mandaron a
tratamiento al Centro de Salud Mental en el Macuiltepec y en el lapso de su
ingreso a la fecha, acepta que ha tenido tres recaídas.
Sin embargo, ése no es el problema. Su problema es que está
en desacuerdo en el trato que algunas enfermeras y cocineras dan a otros
ancianos con problemas de ceguera, enfermedades mentales o inválidos, al grado
de calificarlo como “brusco”.
Quizás esa rebeldía al maltrato hacia sus compañeros hizo
que la actual directora, Rosa Herlinda Méndez Díaz, hace aproximadamente seis u
ocho meses, le extendiera un documento para que lo firmara. Al leerlo, el
contenido refería que se iba por propia voluntad, del asilo, a lo que se negó.
III
Don Pablo tiene una navaja Victorinox que tiene doble valor.
Por un lado, es el único recuerdo que tiene de un hijo, pues se la regaló. Por
otro lado, es, junto con unas tijeras y un punzón, su herramienta de trabajo
con la que confecciona pulseras para vender y obtener un ingreso extra al que
recibe de 70 y Más que, curiosamente, tiene otra historia relacionada con la
directora del Asilo: Trató de evitar que recibiera tal apoyo bajo el argumento
de que se lo iba a gastar en drogas y alcohol y cuando vio que su argumento no
funcionó, entonces le exigió a don Pablo una cuota por dormir en el asilo:
“pero estoy exento” dice; “pareciera que tiene una obsesión por sacarme de
allí”.
IV
En el Centro de Salud Mental asegura que le hicieron un
examen y la sorpresa fue que gozaba de excelente salud tanto física como mental
pues hubo una ocasión en que la directora del Asilo pretendió que fuera trasladado a un psiquiátrico.
No es para menos. Si don Pablo ve maltrato hacia con sus
compañeros, ha tenido el valor de presentarse no sólo ante Derechos Humanos,
sino hasta la misma agencia del Ministerio Público, donde si bien, es recibido
y escuchado, no pasa de ahí.
V
Don Pablo, hombre alegre que es sacudido por una temblorina,
quizás provocada por los temas abordados que hace que detenga la conversación y
pida disculpas mientras se controla. Nos ofrece un café que con amabilidad se
le agradece.
—Y bueno, don Pablo, ¿qué pasó con los Policías?
—Pues se retiraron… como que comprendieron que no había nada
que hacer allí.
—¿Y qué es lo que pide?
—Que la directora crezca, que tenga un buen trato hacia los
residentes, que entienda la responsabilidad que tiene en el Asilo…
Vuelve a ofrecer un café y entre que saca sus cosas,
aparecen unas pulseras, verdes, amarillas, azules, de colores… es lo que hace
con un punzón, unas tijeras y una navaja Victorinox, el único recuerdo que
tiene de su hijo…
smcainito@gmail.com