Los Políticos
¡Lo atraparon!
Salvador Muñoz
Gafas oscuras. Gorra. Caminar lento. Volteando
constantemente. Por supuesto que si una dama viene de frente y me ve, cruza al
otro lado de la calle. Me veo “muy sospechoso”. Ya no sé si alcanza a ver el
lerdo caminar de mi Harry, agobiado por los calores a flor de piso y si no lo
ve, lo entiendo… a veces hasta en las mismas sombras se camuflajea.
Caminar lento. He dado dos vueltas a la manzana y ese
muchacho se ha mantenido en la misma cuadra. Se sienta de un lado a otro. Me le
quedo viendo fijamente y su mirada se encuentra con la mía. No la sostiene.
Camina hacia la avenida y yo atravieso por las cocheras rumbo a casa… pero sin
perderlo de vista. Es otra mañana en Jardines de Xalapa.
II
Con grandes esfuerzos baja un garrafón de la parte trasera
de su auto. La saludo agitando la mano como habitualmente lo hago pero no
responde. Le digo que si gusta, la ayudo a cargar el garrafón y me responde con
un seco “Yo puedo sola”.
Me encojo de hombros y le silbo a Harry. Entonces, la señora
se dirige a mí con el mismo tono, seco, cortante:
–¿Usted vive aquí?
–Sí…
–¿En dónde?
No entiendo el interrogatorio, pero no responder sería
grosero.
–Allá enfrente, en el tercer piso. Justo donde está esa
moto.
Voltea hacia donde le señalo y sin responder nada, toma el
garrafón y haciendo juegos malabares, pujando, se lo lleva.
Le platico a la Mujer la anécdota… “por acomedido”... doble
regaño.
III
Son cerca de las 23 horas. Estamos platicando las últimas de
la noche. Cuando gritos y más gritos nos alertan. Tratamos de ubicar el origen
de éstos y al asomarnos a la ventana, vemos que no somos los únicos. Varias
ventanas asoman a curiosos.
–¡Baja a ver qué ocurrió!– me dice la Mujer...
–¿Para qué?– le respondo desde la comodidad de mi ventana
–¡Baja!
Entonces sopeso: Conflicto en la calle o conflicto en la
casa… por supuesto: ¡Bajé corriendo!
Ya estaba allí el vecino cubano, el que enseña defensa
personal a los otros condóminos, conminando a la paz.
–¿Qué ocurre, pariente?– le pregunto. Me dice que agarraron
a un joven los otros vecinos. Lo vieron sospechoso y que ha habido varios
atracos, incluso, se quejan de que los espían por las ventanillas del baño de
los departamentos del primer piso. Veo a una señora que grita… es la vecina de
“mi interrogatorio mañanero”. Alcanzo a escuchar que un tipo con gorra, lentes
y chamarra le sacó una pistola. Entonces entiendo su desconfianza. Un señor,
muy encabronado, dice que hace rondines a la uña de la mañana ¡él solo! Todo
mundo habla, todo mundo grita, todo mundo reclama… ¿dónde está la policía? ¡no
hacen rondines! El cubano y yo decimos que sí, que sí hay vigilancia, dos
policías a pie están desde la mañana hasta las 11 de la noche… pero los vecinos
están muy molestos… no entienden razones. El cubano mejor se retira.
IV
Veo al muchacho que detuvieron. Está sentado junto a un
estacionamiento rodeado de todos sus inquisidores. Es el mismo joven que vi en
la mañana en actitud sospechosa. Lo reconozco por la camisa así como por su
corte de cabello y físico. No emite palabra alguna ante el barullo. Una patrulla
de Seguridad Pública se hace presente y empieza a tomar datos.
¿Quién es el joven? Un conflicto con su pareja lo llevó a la
separación… Las razones por las que hacía la ronda las desconozco pero las
imagino… extrañaba a su mujer… o quizás algo más: Una señora, arriba de 50
años, acaricia su cabeza con ternura y a la vez con cara de angustia, misma que
se dibuja entre las penumbras de esa cochera. El joven envuelve entre sus
brazos a alguien. No… no es a su pareja. Tiene entre sus brazos a una niña. Sus
brazos se mueven por la carita de la niña, por los bracitos de la niña, con una
devoción que nadie percibe, que nadie siente, que nadie comprende… él no dice
nada. Creo que valió la pena su acecho de todo un día. Tenía entre sus brazos
lo que más quería. Es otra noche en Jardines de Xalapa.
smcainito@gmail.com