Crónicas
urgentes
Una
tarde de "Tiempo lunar”
Por Claudia
Constantino
Llego al centro de Coyoacán como otras
tardes, para encontrarme con el escritor Mauricio Molina. Mi admiración por él
no le es ajena, pero finge amablemente ignorarla. Eso le da levedad a nuestros
encuentros, y riqueza y fluidez a nuestras charlas. He tenido la buenaventura
de convertirme, a artes de quién sabe cuál sortilegio, en su interlocutor
frecuente.
En el primer encuentro nos pusimos
al día,
tras conocerlo dos años atrás. Me dijo su preocupación por los cambios en la
revista de la UNAM donde ha colaborado muchos años. A la salida de Ignacio
Solares y la llegada de Guadalupe Nettel, su permanencia se ve amenazada.
Resulta increíble que un escritor de su calidad y trayectoria no se salve de la
burocracia cultural. A Jorge Volpi, recién nombrado Coordinador de Difusión
Cultural de la UNAM, donde llegó luego de dirigir por varios años el Festival
Internacional Cervantino, parece importarle poco contar con Mauricio.
Las primera charla versa sobre los
dimes y diretes de la labor de ambos personajes en sus encargos. La historia no
es muy diferente a la de cualquier otra posición
política de cierto nivel: todo el equipo del que se fue es despedido para
contratar al equipo del que llega, sin consideraciones. Trato de animarlo. Le
recuerdo que Volpi lo conoce muy bien y que es político, que dudará en
correrlo. No me cree.
En nuestro segundo encuentro, está más
animado por la publicación, próxima, de su siguiente novela, bajo el sello de
Almadía. Me platica que estará entre las novedades destacadas de la editorial
en la Feria del Libro de Oaxaca. Pregunto el tema. Advierte que será muy polémica
y que disgustará a muchos; que no es apta para conservadores. Se resiste a
revelar el nombre y a dar más detalles de la trama. El adelanto que da, asegura
es “off the record”; las palabras más odiadas por un periodista. En el tema de
su permanencia en la revista de la UNAM, su pronostico es fatal y al abordar el
tema se descompone, de modo que trata de evitarlo.
Esta tarde, me encontré con
otro Mauricio. El mismo monstruo de escritor, pero en la piel de un hombre más
contento con su suerte que obedece a sendos cambios. Me revela, orgulloso de su
predicción, que Volpi sí se deshizo de él. Que lo han liquidado en la máxima
casa de estudios del país, a la que sirvió dos décadas. Pero no lo hace con
amargura, por el contrario, mientras me cuenta todos sus planes y proyectos, en
curso y futuros, observo a un hombre libre que cambió el grillete del
escritorio por las alas de una libertad que a los escritores les es
imprescindible para estar bien.
No salgo del asombro. Pensé por
como lo planteaba, que su salida de la revista en la que dejó tantas ideas
originales le causaría un gran pesar. De pronto, recuerdo que es escritor y que
ellos, todo lo viven apasionadamente. Secretamente me alegro por él, porque la
historia tuvo una conveniente conclusión.
De los autores de su despido
prefiere no hablar mal, así que nos saltamos el tema. Me
recuerda que su nueva novela está por salir, y anuncia que habrá sendas
presentaciones por todo el país. Le pregunto por su escuela de escritores. Hace
poco más de un año fundó Skribalia y me asegura que “ahí va, bien, con su público”.
Los temas que aborda esta vez son
tantos, que cada uno da para una nueva crónica. Sus obsesiones pasan por: el
tiempo, las religiones, el erotismo, el cambio de era, la transformación del
amor, el eterno retorno. Habla, habla, habla. Ruego no olvidar. No quiero
grabar para no ponerle un grillete. A los escritores no se les deben poner
grilletes. Dejo que hable libremente, y no para. Escucho, atenta, absorta,
admirada.
Tres premios nacionales de
literatura, doce libros publicados. Este autor “es
un raro”, dicen los que saben, porque no se puede encasillar en ninguna categoría
de las tradicionales de la literatura. Completamente fantástico unos días,
absolutamente realista otros tantos, erótico y hasta literariamente pornográfico.
Sabremos mucho más de su obra y de su capacidad creativa en los años por venir.
Las generaciones venideras hablarán de él porque su calidad lo ha vacunado
contra el olvido. Leerlo y salir ileso es imposible. Te cambia el sentido del
tiempo y uno pasa del tiempo conocido, al “Tiempo lunar”.
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