Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com
He escuchado a muchas personas decir que las princesas
dañan a las niñas, que no deberíamos llamarlas de tal forma, y que incluso
crecer admirando a cada una de ellas generaba después patrones de sumisión.
Siempre he considerado que Ariel, Bella y muchas otras princesas tienen
aspectos positivos, sin embargo ayer me topé con un vídeo en la red que me hizo
cuestionar un poco mi ideología. El video comenzaba a contar la historia de
cenicienta en un hombre, comencé viéndolo pensando que era algo de comedia,
pero conforme los segundos transcurrían pude apreciar que no, era la misma
historia que hemos visto en pantalla o leído una y otra vez a excepción de que
ésta tenía a un hombre por protagonista.
Cuando llegó al “vivieron felices por siempre” me sentí
defraudada y pensé que había desperdiciado un minuto de mi vida, pero de
repente una voz irrumpió diciendo –No le contarías esta historia a tu hijo,
¿Por qué contársela a tus hijas? – El vídeo era para promocionar un libro de
cuentos para chicas rebeldes, el cual me pareció muy oportuno por tener
historias de mujeres reales que han irrumpido en distintas etapas históricas
con su talento o ingenio, lo cual me hizo cuestionarme sobre las historias que
han influido en mi vida, y si bien crecí viendo distintas películas de
princesas, estas no definieron mi rumbo, quizás por ello las considero ajenas a
mi pensar y actuar, además, sigo creyendo que esconderlas a una niña es omitir
una parte de realidad.
Las historias que mis padres compartían conmigo también
estaban ligadas al mundo real, las personas que inspiraron mi desarrollo no
fueron las de cuentos, sino aquellas con las que convivía, por ello pienso que
aún en la actualidad lo que nos rodea y lo que consumimos permea en nuestra
vida. No se trata sólo de una etapa en el desarrollo, sin duda a temprana edad
somos más susceptibles a determinados contenidos, pero aún en la edad adulta
ser bombardeados constantemente por noticias de inseguridad, nos afecta.
Abrir un sitio web o ver en la primera plana del
periódico que se recomienda no salir de noche, modifica los hábitos de la
mayoría de personas con sentido común, la corrupción en los partidos o las
instituciones gubernamentales es noticia diaria en nuestro país, y al final de
cuentas son instancias dirigidas por personas. Entonces, si dicen que las niñas
crecen con menor seguridad en sí mismas por culpa de las princesas, ¿Qué
historias leía Javier Duarte para volverse un bandido?, ¿Qué llevó a los
grandes capos a soñar con ser tales?, supongo que más que las historias de
ficción, fue su realidad.
En el libro “Los señores del Narco” la periodista Anabel
Hernández relata con sumo detalle cómo un pueblo subsiste gracias al negocio de
la droga, en una tierra fértil donde cualquier fruta podría convertirse en el
eje de desarrollo, los dueños de grandes tierras son los narcotraficantes, los
niños que desde muy pequeños trabajan en sembradíos de coca sueñan con llegar a
ser como sus patrones, sus modelos y ejemplo de vida son los capos que de una
forma u otra han creado empleos y colaborado con el sustento de una comunidad.
Lo mismo pasa en otros contextos, la realidad de
inseguridad y corrupción permea y es responsabilidad de los medios difundirla,
pero a veces también es necesario hablar de otras personas, acercar a la gente
noticias que hablen de los avances científicos realizados por nuestras
universidades, de la bandera de México ondeando en Marte por el interés de
investigación que tienen instituciones como el IPN, de quiénes han sabido
derrotar sistemas de poder, de quiénes vencen el miedo para defender sus
derechos, de las mujeres que innovan y triunfan gracias a su creatividad. De
todos aquellos que no se detienen ante un no e insisten hasta lograr justicia.
Los modelos de inspiración y las historias que nos
definan pueden ser muchas, al final cada individuo elige a quién le gustaría
seguir, lo ideal sería que todos tuviéramos la oportunidad de conocer un
abanico de posibilidades para entender que el entorno puede cambiar, porque si
bien México está lacerado, también tiene un rostro de esperanza, en nosotros
está decidir cuál de los dos queremos que crezca, decidir qué rumbo será el que
nos defina.