Venezuela: el precio de
la resistencia
Por Helí Herrera Hernández
Están por cumplirse siete meses
que un director de un medio para los que escribo me había solicitado un
artículo sobre todo lo que sucedía en Venezuela. Le comenté que hacerlo de
manera reflexionada discreparía con la información que el mismo difundía como
notas principales, y temía que varios no lo publicaran dado que la casi
totalidad de los periódicos, noticiarios en radio y televisión y portales
electrónicos alentaban el linchamiento sobre Nicolás Maduro, más por sus vaciladas
que por el fondo del problema que esa nación y pueblo padecen.
Le
explique la táctica mediática de los monopolios televisivos y radiales sobre el
caso, que defienden de manera apasionada los intereses del gran capital
extranjero, que estaba siendo afectado desde la llegada de Hugo Chávez a esa
patria Bolivariana con las nacionalizaciones que realizaba, y como éstos se
encuentran en toda la América desde allí se orquestaban las estrategias para
desestabilizar primero al gobierno de Chávez hasta con un golpe de estado,
y más adelante de Maduro, magnificando las ocurrencias esas de que le hablaba
un pajarito.
Le
dije que las acusaciones de desabasto de alimentos, medicinas y ropa en los
supermercados no era por culpa del gobierno venezolano, sino de los dueños que
planearon con esas medidas enojar a la sociedad, violentarla para que saliera a
las calles, con cacerolas en mano (como las mujeres pinochetistas en Chile), y
también, de esa forma, acusar a Maduro de estar matando de hambre a su pueblo.
Le
puse, como ejemplo, el que los Wall mar, sorianas o chedaruis no tuvieran
llenos sus anaqueles con esos satisfactores, cuestionándolo sobre de quien era
la culpa, si del gobierno o de los dueños por no surtirlos. Creo que lo
entendió.
El
viernes me invito a tomar un café vespertino y me cuestionó el no haber escrito
aquel artículo, Que para él era sorprendente que Nicolás Maduro no hubiera
caído y más por las muertes que las protestas nacionales han arrojado, a lo que
le conteste que las mismas son culpa del quienes las convocaron, los mismos que
dotaron de máscaras de gases a los miles de manifestantes (esas si las
encontraron en los supermercados, que chistoso), y que por cierto nunca
encabezaron sino las dirigían a control remoto.
Le
comenté qué si la oposición venezolana era mayoría, tenía que participar
masivamente en la elección de ayer domingo, que fue vigilada por miles de
observadores internacionales para integrar la Asamblea Constituyente, y que ya
quisieran otras naciones, inclusive México, que el presidente convocara a un
referéndum de tal magnitud. (Que Peña Nieto les hubiera pedido a los
compatriotas si se realizaba la reforma educativa o la energética, por
mencionar solo dos -ya no la revocación del mandato-).
Le
pregunte si creía que el cerco contra Maduro era por tener Venezuela las
mayores reservas mundiales petrolíferas, partiendo de lo que el imperio norteamericano
ha hecho toda su vida con todas aquellas naciones-gobiernos que también tienen
el oro negro, y por fin, acepto que era una probabilidad que por ello fueran
tantas agresiones contra ese gobierno,
Hoy
puedo agregar, a todo lo platicado con mi amigo, que ayer millones de
venezolanos salieron a votar por La Asamblea Nacional Constituyente. La
burguesía interna aliada con el capital foráneo trataron de boicotear la
elección sin lograrlo, pero no dudo que hoy mismo desconocerán sus resultados y
exigirán a la comunidad internacional el rompimiento total con el gobierno de
Maduro. Al final, a Venezuela y su pueblo solo le quedan dos caminos: La
invasión del imperio como antes lo hizo con Irak, Libia, Kuwait o Afganistán, o
el secuestro del presidente como lo ejecutaron contra el General Manuel Antonio
Noriega de Panamá, bajo el pretexto que todos los líderes de esas naciones eran
dictadores.
Ese
es el precio de la resistencia popular.
twitter: HELÍHERRERA.es