¿Qué pasó con la esperanza?
Por: Zaira Rosas
El primero de julio del 2018, más
de 89 millones de personas tenían la obligación de decidir cuál sería el rumbo
de México, después de un sexenio más que se caracterizó por excesos e
insensibilidad, era evidente que la participación ciudadana aumentaría. Las
elecciones suelen ser ganadas por quienes deciden abstenerse del voto, sin
embargo, ese día acudieron a votar más de 56 millones de personas, es decir el
63.4% de los que estaban en posibilidad de hacerlo. De este porcentaje, un
43.3% decidió votar por Andrés Manuel López Obrador.
A Andrés Manuel López Obrador lo
designó presidente un 27.4% de la población que tenía la facultad para votar,
no fue ni la mitad, pero sí fue la mayoría de los que sí cumplieron con la
obligación de ir a las urnas. Su victoria era algo seguro. Fue el candidato que
le apostó directamente a los pobres, quienes representan más del 40% de la
población en nuestro país. ¿Por qué comparto eso? porque si vemos los números,
los pobres son mayoría. 4 de cada 5 personas vive en esta situación.
Debido a la contingencia
sanitaria que enfrentamos actualmente, el número de pobres en los Estados
Unidos Mexicanos se incrementará. Ese sector al que AMLO les hizo tantas
promesas y por quien llegó a la presidencia, seguirá creciendo. No directamente
por culpa suya, pero sí habría que poner especial atención a sus acciones.
El partido que respaldó al actual
presidente, lleva como lema la esperanza de México. Simbolizaba esperanza para
quienes no encontraban igualdad de oportunidades, para dejar de lado la
impunidad, la corrupción y comenzar a disminuir la drástica situación de
violencia que se vivía en nuestro país. Lo cierto es que nada de esto cambió.
La violencia se volvió aún más lacerante. Creció el desempleo y aunque existen
subsidios y préstamos estos son realmente insuficientes, además de que no se ha
implementado la continuidad debida a cada uno de los programas sociales.
Sin duda AMLO comenzó a escuchar
las voces de comunidades indígenas como ningún otro presidente lo hizo antes,
pero no les prestó atención cuando comenzaron a manifestar su oposición al Tren
Maya. Ahí su voz no importaba. La población en general clama la atención del
presidente para que deje de lado su capricho que de llevarse a cabo arrasaría
con el equilibrio ambiental de la zona. Pero él insiste con otros datos y ahí
no existe el dicho del pueblo da, el pueblo quita. Ante la cerrazón del
dirigente pareciera que retrocedemos a la época del rey sol o de Porfirio Díaz,
donde hasta la hora será la que indique el presidente.
AMLO es un hombre popular,
cercano a la gente, pero se olvida de sensibilidad cuando las mujeres deciden
manifestarse, ignora movimientos sociales como el 9M, también ignora la
existencia de organismos como la CONAPRED, mucho se habla del abasto de
medicamentos y la atención al sistema de salud, pero quienes pertenecen
directamente a este sector no ven los mismos resultados que se pregonan en las
mañaneras.
Pese a todo lo anterior, el
presidente sí ha cumplido con algunas propuestas, no vemos el mismo derroche y
exceso de gobiernos anteriores, verdaderamente la austeridad se predica con el
ejemplo, a excepción del Rolex de Marcelo Ebrard, Las casas de Manuel Bartlett,
de Miguel Barbosa y quizás también las de Irma Sandoval. El problema con estos
últimos no es su patrimonio. Es la hipocresía de señalar constantemente y de
manera general a todo el que posee riquezas como un opresor, fifí o corrupto, a
excepción de su propia familia, o colaboradores cercanos, ahí sí se trata del
trabajo honrado.
Quizás todo lo anterior responda
únicamente a estrategias de campaña, por desgracia el impacto de sus decisiones
sólo se reflejará después, no es inmediato. Lo que sí sabemos son las acciones
inmediatas en donde a veces parece una parodia más en cada discurso, donde se
saluda a familiares de narcotraficantes, pero se ignora a los familiares de
desaparecidos.
Lo que ocurre en el entorno no es
sólo culpa del señor presidente, es culpa de una ignorancia colectiva que da
más importancia a chistes y chismes en vez de ser partícipes de las decisiones.
Nos resulta ofensivo que el presidente tenga otros datos, pero ¿cuántos
contamos debidamente con la información adecuada? La oposición aprovechará cada
error para generar discordias en la población, cada frase para reproducirla de
forma sensacionalista y para fortuna o desgracia el presidente ofrece material
de manera continua. Pero detrás de cada una de estas frases deberíamos prestar
más atención a los datos reales, al entorno y aplicar un poco de la acción que
esperamos de nuestro gobierno.
México no va a cambiar únicamente
con esperanza, no nos va a salvar de la contingencia un decálogo lleno de
palabrería repetitiva y sin acción contundente. Lo que sí lo hará es un diálogo
constante donde entendamos que nuestro país no debe dividirse, la información
real y constante, dejar de lado los discursos de odio provenientes del gobierno
o de la misma oposición y que esta última entienda que urge un proyecto de
construcción. El fracaso del presidente implicaría el fracaso para México y lo
que urge es aprender a prosperar. No necesitamos más pobres, necesitamos
crecimiento y entendimiento de la realidad, generar aprendizaje sin tanto
ensayo y error. Esto es tarea de todos.