jueves, 16 de octubre de 2025

 


TIERRA DE BABEL

Jorge Arturo Rodríguez


La culpa es de las estrellas


Sí, la culpa es de la naturaleza, pero de la naturaleza humana. Hay que decirlo, con el genial William Shakespeare: “Dueños de sus destinos son los hombres. La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios.” Ahí están las consecuencias. México desesperado, las desgracias continúan. Y nadie tiene la culpa, porque, sencillamente, la culpa es de la naturaleza y de los deshumanos delincuentes, políticos, autoridades, gobierno, empresarios y ciudadanos irresponsables. Pero, ¿realmente nadie tiene la culpa? O eso pensamos, decimos y actuamos como si nada. La indiferencia y el valemadrismo imperan, por mucho que nos lamentemos por los otros, por los que sufren porque, como dice Concepción Arenal, cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie. Además, mientras exista un vecino, no seré yo el culpable, ¿o no, Fernando Césarman?

Hay una palabra que, con todo su sentido, nos abofetea y ni así reaccionamos: olvido. Ay, el olvido, tan pronto, nos atrapa; incluso nos dejamos agarrar por el olvido si nos conviene; lo invocamos para escapar, para no afrontar la desgarradora realidad, la desgracia del prójimo, del vecino, de la comunidad alejada -¿olvidada de Dios? Esa gente enferma que no tiene ni dónde caerse muerto, salvo en la tierra, el lodo, la corriente del agua, el abrasador frío, el helado calor… ¿Se entiende?

Mientras, el gobierno y anexas pregonan que “no están solos”. Puede ser cierto, pero viendo esta bendita -¿maldita?- realidad-, ya no creemos en nada, al menos los que aún no estamos embrutecidos por… Dice Baltasar Gracián que errar es humano, pero más lo es culpar de ello a otros.

Tiempo después, las poblaciones quedan en el olvido y la soledad. La historia se repite, esa historia amarga, porque parece que poco aprendemos de la historia de la buena. No, no seamos ilusos. Así ha sido, así es… Por Dios, que no siga igual o peor. Pasan los partidos políticos de todos los colores a gobernar y ¿acaso no es lo mismo o casi lo mismo?

Mientras, entretanto, allá quién sabe dónde viven sin pena y con gloria, los dueños de México, los herederos, los abusados abusadores de la política mexicana.

Pienso, con Stefan Zweig, que ninguna culpa se olvida mientras la conciencia lo recuerde. Entonces leo: “Los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera se dispararon en 2024 y alcanzaron un nuevo récord, lo que augura que el planeta seguirá experimentando un aumento de las temperaturas a largo plazo, indica un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).”

Sigo: “El calor atrapado por el CO₂ y otros gases de efecto invernadero está provocando fenómenos meteorológicos más extremos, así que reducir las emisiones es esencial no solo para nuestro clima, sino también para nuestra seguridad económica y el bienestar de las comunidades”, sostuvo la subsecretaria General de la OMM, Ko Barrett”. (lopezdoriga.com, 15/10/2025).

Ojo: nadie tiene la culpa. Lo dijo mi tocayo Arthur Miller: “Los sentimientos de culpa son muy repetitivos, se repiten tanto en la mente humana que llega un punto en que te aburres de ellos.”

O llega el olvido. Ah, esos olvidados. Entendería a la presidenta de México si pensara como Luis Buñuel: “La ciencia no me interesa. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas que me son preciosas.”

Mejor que nos abrumen los minutos de silencio. Total, somos mexicanos. Claro, hay excepciones.


 Los días y los temas


Virgilio Piñero escribió el largo poema “La isla en peso”, sólo les comparto lo siguiente:


“La maldita circunstancia del agua por todas partes

me obliga a sentarme en la mesa del café.

Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer

hubiera podido dormir a pierna suelta.

Mientras los muchachos se despojaban de sus ropas para nadar

doce personas morían en un cuarto por compresión.”


De cinismo y anexas


Fernando Césarman escribió el siguiente aforismo: “Debe haber algo de irresponsable e irreflexivo en el hecho de traer hijos a este mundo absurdo, indiferente y fatigoso. Una culpa infinita nos compromete con ellos.”

Al mal tiempo…

“A mis parientes mayores les gustaba burlarse de mí en las bodas, diciendo: “¡Tú serás el siguiente!”. Pero dejaron de hacerlo enseguida cuando empecé a hacer lo mismo yo en los funerales.”

Hasta la próxima.