Tragedia: ¡A y u d e m o s!
Por Helí Herrera Hernández
Era octubre de 1999 -5 o 6-, la memoria ya me falla para precisar con exactitud la tragedia, que a mitad de la noche, lancheros de costa esmeralda en el estado de Veracruz, de manera solidaria y sobrehumana, se daban a la tarea para navegar en Casitas, Monte Gordo, La Vigueta, Ricardo Flores Magón, La Guadalupe, avisando a gritos, tocando con palos las puertas o ventanas de las viviendas, para avisar que la inundación había llegado después de mucho llover, y que la avalancha de agua que se venia, al chocar con el mar, provocaría muerte y desolación, como ocurrió. Gracias a ellos se salvaron muchas vidas, no tantas como ellos hubieran querido.
Allá me agarro. El despertar fue terrible. La carretera que conduce de Nautla a Papantla había sufrido varios cortes. El puente de Casitas se había derrumbado, se lo había llevado el agua con inusitada facilidad, como demostrando la fuerza de la naturaleza, y había parado totalmente la comunicación para el norte de Veracruz; mas adelante, otro pedazo de carretera en Monte Gordo la arrastraron las corrientes al igual en Ricardo Flores Magón. El agua en su loco desfogue hacia el mar se trago decenas de viviendas, residencias de descanso, dos clínicas comunitarias, tres escuelas, uno que otro hotel, decenas de vidas humanas y un aislamiento de varios meses en lo que reparaban la carretera, a pesar de que en 15 o 20 días sustituyeron el puente de casitas por uno de fierro, que dio paso para que llegaran víveres, medicamentos y alivio a toda esa población.
Para salir de allí tuve que utilizar una lancha que nos desembarco prácticamente en Nautla. Allí me esperaba un vehículo con mi amigo y camarada Ramón Guevara Pérez que nos llevo en cámara lenta hasta mi tierra Altotonga, sorteando tramos carreteros semi destruidos, tomando brechas entre Tlapacoyan y Atzalan, y enterándome que el horror que vivimos en costa esmeralda era poco, comparado con el que sufrieron en Teziutlán Puebla, en la colonia Las Auroras, donde toneladas de lodo, basura y escombros sepultaron a mas de 100 habitantes que no tuvieron tiempo de salir de sus viviendas, aunque días adelante, en las radiodifusoras de aquella ciudad se hablaba de mas de 200 muertes enterradas. ¡Terrible!
Por eso hoy que me entero del rugir de los ríos Pantepec, Cazones, Tecolutla y Nautla mi memoria, a las 4 de la madrugada del jueves 9, me hicieron revivir aquella tragedia, recordando como en Gutiérrez Zamora el agua alcanzo los dos metros de altura, no solo causando muertes en vidas humanas, sino al comercio mismo, a la vida diaria porque arrastro semovientes, comestibles, menaje de casa, medicinas (farmacias), y todo lo que encontró a su paso el agua. El recorrido que hice en aquella ocasión por esa ciudad me horrorizo por completo, tanto por el olor fétido que la muerte deja, y por el como pasaban por el rio las reses infladas, sin vida.
Por eso hay que desprenderse de lo que a nosotros no nos afecto esta nueva tragedia. Hay que llevar alimentos enlatados, agua, mucha agua embotellada, sueros, leche liquida, ropa, cobijas, medicinas para dolor (humano y espiritual) y para infecciones, y todo lo que usted, amable lector, estimado radioescucha mas pueda, créame que es lo poco que podemos hacer, porque los que hemos vivido estas catástrofes sabemos del dolor y la desesperanza.
¡A y u d e m o s!