LAS COSAS NO SIEMPRE SON, COMO UNO QUISIERA
Manuel del Ángel Rocha
¡A los amigos Cubanos!
Aunque quisiera decir que todo
está bien, no es cierto. Tengo conciencia de que existen múltiples problemas, y
que siempre han habido tensiones, en
mayor o menor grado. Que la vida no
siempre ha sido de insuficiencias, sino más bien de menesteres propios de las
circunstancias. Sí, estas han sido los más frecuentes, y más o menos intensas. Yo
tengo un pendiente, probablemente urgente, y una vez que lo clarifique, le
echaré para adelante. Muchas veces he querido decirlo en voz alta, pero no puedo, es
riesgoso. “Hoy no quiero hacer esto, ya estoy harto, quiero irme, hacer algo diferente”. Pero a la hora de hablar, no he tenido el temple para hacerlo, y me someto, así la vida ha caminado conmigo, o
más bien yo de la mano de ella. Y pareciera que soy el responsable de mi impase,
que en realidad lo soy, pero las cosas ya estaban ahí. La vida estaba trazada y los
guiones escritos. La Revolución, los
héroes, la organización del trabajo, la Universidad, la vida en comunidad, con sus detalles, que es donde está realmente la
justificación de seguir aquí. Don Lupe, por ejemplo, con sus “Tijeras de Oro”, te hacia el corte de pelo más moderno, con el paisaje que le pidieras. Corte militar o de Brad Pitt; Darío el aguador, que
con sus dos latas de agua cargadas en los extremos del chote seco, al hombro, iba y
venía a la represa, abasteciendo de agua a los ocupantes del mercado. “Larío”, estas “chiflando, o
quieres beso”, porque siempre traía el puchero extendido, como si estuviera
tirando besos. Elodia, de anchas caderas (como casi todas las
de por aquí), por las tardes ponía su puesto de garnachas en la esquina de la
plaza (muy sabrosas por cierto), y era diestra en el esgrima del albur, donde pocos,
o nadie se le escapaba; “cuantos, cuantos”, le preguntaba Pedro, y la respuesta
rápida, “pues solo los que ves”; “Melcos”, seguramente se llamaría Melquiades,
con su inconfundible “chachas mangos”, sobre todo cuando pasaba frente a su
frutería una chica guapa, quizá de
Matanzas, que por cierto tenía una esposa güerita, ancha, bonita, que era de la zona tabacalera de Pinar, pero que acabó dejándola, para
llevarse a una Santiaguera más joven, que también, al paso de un tiempo, terminó
por abandonar a “Melcos”. Ojo por ojo.
Aquí la
vida transcurre sin sobresalto, porque los rieles de las cosas están armados
así. El aquí y el ahora son lo único que importa, aunque haya otros asuntos, están
lejos del interés social. En este
camino, casi todo se interactúa y se comparte. Esta realidad casi tiene los
mismos significados para todos. La
estandarización y el sentido común de esa realidad, nos aplasta. ¿Pero y Fidel
y el Che, y Haydee, y Camilo?. Si los queremos y mucho, pero ya no alcanzan¡.
El sábado por la mañana, todavía
mediodía al trabajo y por la tarde a las cafeterías, el cine, el parque con la
novia, o la “amiga”, de ahí a la playa, o los
cañales al desahogo. O a la salida de los hoteles, o refresquerías a buscar hembras, o turistas que requieran “atención”. El domingo dese la mañana al beisbol,
por la tarde a misa, o de plano solo en casa, y el lunes a la
cooperativa. Y así, todo es un continuum.
Antecesores y sucesores se entrelazan en un pueblo reducido. Esto nos ahoga, “a
pesar de la Revolución, he!”. Esto es una trampa, como en el pantano, entre más
te mueves, mas te hundes, pero si tienes suerte, y en un descuido tocas la
orilla. ¿Libertad?, bueno, creo que albedrío.
Y ese hormigueo perenne en el
estomago por partir, hacia cualquier lugar, con destino fijo, pero sin ninguna dirección. Solo marcharse. ¿Hacia
dónde?. Con la tarde termina el horizonte, pero con la mañana, otra vez el
espejismo. En la madrugada, ya con la
cabeza clara, arrecia la urgencia de vaciar
la envoltura que lo atrapa, y
echará al mar la balsa que sus sueños guiarán hasta alcanzar una orilla,
que de lograrlo, y a la distancia, en la añoranza, siempre querrá regresar al origen, del que nunca se apartará,
y del que le hubiese gustado mezclar las realidades, juntarlas, pero imposible.
Las cosas nunca serán como uno quisiera,
ni dentro, ni fuera de la isla. Ni dentro, ni fuera de uno. La Revolución, cuánto
nos ha dado, pero también, cuánto nos ha quitado. Las cosas no siempre son,
como uno quisiera, a pesar de tenerlo todo, sentimos que no tenemos nada.