Fotocomentadas
Pasemos de las protestas a las propuestas,
Obispos de México
Noé Valdés
La historia nos dice que las guerras solo nos
han dejado amargas experiencias; los que poblamos el planeta en estos tiempos,
tenemos como antecedentes dos guerras y les llamamos mundiales, la primera en
la segunda década del siglo pasado y la segunda en parte de la tercera y hasta
la mitad de la cuarta década también del siglo pasado.
El Medio Oriente, es la región del
mundo que siempre a sido un polvorín, a menudo sabemos de enfrentamientos entre
judíos y palestinos, con libaneses, iraquíes, iraníes y en los últimos tiempos
la guerra de Siria y por si eso fuera poco, por todos los medios de
comunicación nos enteramos de las escaramuzas entre Ucrania y Rusia.
En nuestro país, la guerra fue por la
independencia, por ya estar hartos de la esclavitud, por los abusos de los
poderosos hacendados; los campesinos pelearon por el reparto de las tierras,
los obreros por un horario, un salario y un trato más más justo, los mineros
igual y para acabarla de joder, los políticos siempre han peleado por el poder;
muchas han sido las razones del porque el pueblo mexicano ha recurrido a las
armas y al final, cuando se hacen las cuentas, los números, lo único que nos
arrojan, son las miles de bajas que a sufrido el pueblo mexicano y lo peor es
que desde hace muchos años, -porque así nos lo dicen los políticos- es que
estamos en un país vías de desarrollo y de ahí no pasamos.
La gota que vino a derramar el vaso ha sido
en el último tercio de este dos mil catorce, fue el asesinato de los
estudiantes normalistas de Ayotzinapa en el Estado de Guerrero y los cuarenta y
tres jóvenes desaparecidos. Eso ha venido a dar al traste, las protestas han
sido al por mayor en toda la república; la cuestión es que en este rio
revuelto, se han infiltrado gentes que no quieren a México, que donde
quiera que han participado en alguna marcha, han hecho destrozos, todo esto nos
da la idea que esas personas no quieren a su país y que están por la guerra.
Esas personas que quieren la guerra, no saben
qué es eso, no saben todo lo que implica entrar en un conflicto bélico; no
saben todo lo que implica que una familia que con mucho esfuerzo, levantan a
sus hijos, los cura cuando están enfermos, los manda, -llegado el momento- a la
escuela, los padres quieren que sus hijos se preparen para el futuro; los que
están por la guerra, no saben el dolor que significa perder un hijo o un hijo
que pierda a sus padres o a sus hermanos; si lo supieran, se sentarían a
dialogar, a trazar un plan para que crezcamos, para que vivamos en armonía, en
concordia, en paz.
Me llama mucho la atención y retomo la carta
que los obispos de México le envían a su feligresía y a todos los mexicanos; su
título dice “¡¡BASTA YA!! No queremos más sangre. No queremos más muertes.
No queremos más desaparecidos. NO queremos más dolor y más vergüenza.
Compartimos como mexicanos la pena y el sufrimiento de las familias cuyos hijos
están muertos o están desaparecidos en Iguala, en Tlatlaya y que se suman a los
miles de víctimas anónimas en diversas regiones de nuestro país. Nos unimos al
clamor generalizado por un México en el que la verdad y la justicia provoquen
una profunda transformación del orden institucional, judicial y político, que
asegure que jamás hechos como estos vuelvan a repetirse”.
“Reunidos para reflexionar sobre los desafíos
actuales, vemos en esta crisis un llamado para construir un país que valore la
vida, dignidad y derechos de cada persona haciéndonos capaces de encontrarnos
como hermanos”.
“En medio de esta crisis vemos con esperanza
el despertar de la sociedad civil que, como nunca antes en los últimos años, se
ha manifestado contra la corrupción, la impunidad y la complicidad de algunas
autoridades. Creemos que es necesario pasar de las protestas a las propuestas.
Que nadie esté como buitre esperando los despojos del país para quedar
satisfecho. La vida pacifica, que privilegia el dialogo y los acuerdos
transparentes, sin intereses ocultos, es la que asegura la participación de
todos para edificar un país para todos”.
“Que Santa María de Guadalupe, Madre del
verdadero Dios por quien se vive, que reclama a sus hijos desaparecidos y ruega
por la paz en México, interceda por nosotros para que una oleada de amor nos
haga capaces reconstruir la sociedad dañada”.
Así, de una manera comprensible, sencilla,
fácil de entender, los jerarcas de la iglesia católica del país, se han
pronunciado para que los tiempos difíciles que se están viviendo en México,
sean más fáciles; se desea que cambien para bien de los mexicanos; que nos
entendamos, que nos comprendamos, que olvidemos los odios, los rencores, que
erradiquemos las envidias, que vivamos en armonía con todos y con nosotros
mismos, con la naturaleza, que amemos a nuestra madre tierra.
El daño que se la ha hecho a nuestro país nos
es nada pequeño, pero si todos nos unimos, nos sincronizamos y deseamos lo
mejor para nuestra patria, vamos a sacar al buey de la barranca, vamos a
recuperar la tranquilidad que ya por muchos años se ha ausentado de los
mexicanos; hagamos efectiva aquella frase del señor. “Amaos los unos a los
otros”. Que viva la paz. Así sea.
DORMIR BIEN
¿Qué tal duermen amables lectoras y
lectores?, ¡bien!, qué bueno, porque los que también duermen bien y roncan
bonito –aunque lo niegue- esos meros son los secretarios de despacho, y duermen
bien porque la pasarela que tienen en el palacio legislativo en donde van a
glosar el informe del que manda en Veracruz, eso les va a permitir una
ventanota para que los observen, en especial para aquellos que se sienten ya
los mecías, los ungidos por su partido el tricolor, los que quieren participar
en la contienda electoral del próximo año. Algunos les ha llegado un poco de
insomnio porque ya se van y la nómina se acaba y más les quita el sueño si la
pierden, saben que ya no hay regreso, por eso tan solo se les ha ido el sueño,
porque para pasarla ya lo tienen asegurado hasta para los bisnietos. Hasta la
próxima.