Los Políticos
Los gatos del Congreso
Por Salvador Muñoz
La broma que se juega en el Congreso local de Veracruz es
que la comunidad de felinos que habita en los prados del recinto legislativo,
son garantía de una sola cosa: Tendrán a raya a las ratas.
La colonia de gatos puede pasar desapercibida para los
visitantes que están más inmiscuidos en sus grillas, negocios, asuntos y
gestorías o lo contrario, sacar una exclamación aguda de alguna dama o
jovencita que descubre entre el pasto, en las banquetas, cerca del restaurante,
un felino durmiendo o comiendo croquetas.
Aunque se tienen contabilizados (y bautizados) a ocho
mininos, se tenía la percepción de que había más.
En este momento, hay dos machos y seis hembras que los hacen
llamar Mochito y Botitas, así como Lolita, Sardina, Gorda, Bibi, Flora y una
gatita que falta por llevar al “Registro Civil” de las damas y caballeros
voluntarios que están haciendo una interesante labor humanitaria por esta
comunidad feral.
Estaba el Vaca, un gato “manchado”, tanto en su piel como en
su comportamiento. Era el gato alfa. Apenas veía soltera a una gata y la
embarazaba… hasta que lo esterilizaron. Entonces, el Vaca ya no tuvo a qué
regresar al Congreso… me refiero al gato, no al abogado porteño.
Sí, como comento líneas arriba, hay damas y caballeros que
apoyan a estos felinos. Ellas son Mirna, Karla, Déborah, Ana, Vivi, Samantha,
Adriana, Bere, Ivonne y Javier, bajo el riesgo de omitir a alguien. A ellos se
suman la buena voluntad de policías y guardias que al hacer su rondín, han
encontrado pequeños felinos, con días de nacidos, que avientan a las áreas
verdes del Congreso y los ponen en manos de estas personas que hacen
“coperacha” entre ellos para la alimentación, así como biberones, leche y
atención médica, así como de Hogar Temporal para posteriormente, dar a los
cachorritos en adopción.
Si mi memoria no me falla, creo que todos los felinos ya
fueron esterilizados gracias al apoyo también de un veterinario, muy conocido
por los animalistas capitalinos por su gran corazón y más por su discreción (no
le gusta aparecer). Ese fue uno de los primeros pasos que se dio para la
atención minina de este grupo. El siguiente plan es la vacunación de todos para
continuar con el antipulgas y acabar “emplacándolos”… sí, ponerles una plaquita
al cuello con su nombre y datos “médicos”.
Aunque uno de los asuntos más importantes es respetar el
hábitat que han hecho los felinos en las áreas verdes del Congreso.
Aquí, bien vale la pena destacar el apoyo que vía Juan
Nicolás Callejas Arroyo y administrativo, han dado a favor de la preservación
felina del Palacio Legislativo.
Aunque la preocupación que se tiene es que ya sea de facto
este acto sensible en las siguientes generaciones congresistas y se respete a
los gatitos y su hogar.
Baste recordar el viejo adagio de barrio: Al haber gatos, no
hay ratones. Y eso, en un Congreso, ya es garantía para nuestra sociedad.