lunes, 20 de junio de 2016

Esfera Política
Ricardo Vázquez Salazar
Entonces dijeron: ¡Busquemos un culpable!
Napoleón Bonaparte devoraba con sus ejércitos los países europeos. En su desenfrenada obsesión pretendía llegar a dominar el mundo. La península itálica había sido invadida; Roma se encontraba bajo el dominio de las tropas napoleónicas, el ejército Pontificio sufría la derrota. El Papa Pío VI, quien murió en cautiverio en el mes de agosto de 1799, había pedido que el Colegio Cardenalicio celebrara el cónclave en Venecia, con el propósito de nombrar un nuevo Papa.
Meses después de haber sido nombrado Papa, en julio del año 1800, Pío VII entra a Roma y encuentra las arcas estatales completamente vacías y todo hecho un caos. Emprende la tarea de restauración de las instituciones. Pío nombra al Cardenal Ercole Consalvi, Secretario de Estado.
Seis años más tarde, a Napoleón le molestó mucho que Pío VII se negara a renunciar como soberano de los Estados Pontificios, y a oponerse a aceptar que estos fueran incluidos en la alianza continental contra Inglaterra, por lo que envió una carta al Pontífice diciendo: Su Santidad es soberano de Roma, pero yo soy el Emperador; todos mis enemigos sean los suyos.  
La hostilidad del Imperio napoleónico contra la Iglesia Católica fue cruel durante 15 años. Pío VII fue perseguido, encarcelado y desterrado por Napoleón en ese periodo; en 1814 fue liberado por el ejército austriaco. Consalvi fue reconocido por Pío por su resistencia pacífica a la fuerte presión de Bonaparte, por sostener  el Estado Eclesiástico.   
En una ocasión, Napoleón Bonaparte, con la intención de intimidar al Cardenal Consalvi, le advirtió: ¡Voy a destruir la Iglesia! El Cardenal le respondió: “No, no podrá”.
Napoleón volvió a insistir: ¡Voy a destruir la Iglesia! Consalvi contestó muy seguro:
¡No, no podrá! ¡Ni siquiera nosotros mismos hemos podido hacerlo!
200 años después de este incidente, actores políticos minúsculos en nuestro país -nada que se le parezca a Napoleón Bonaparte, a menos que sea por su 1.50 m de altura-, han venido tratando de desvirtuar la causa de la derrota en las urnas; pretenden hacer responsable a la iglesia Católica del debacle que sufrió el PRI el pasado cinco de junio.
Voces del partido tricolor continúan rasgándose las vestiduras, acusando a la Iglesia de haber influido en los electores, al rechazar la iniciativa de matrimonio igualitario; cuando en realidad lo que ocasionó la catástrofe, en particular en Veracruz, fue el hartazgo de la población, originado por la corrupción y la impunidad de la élite gubernamental estatal. La clase gubernamental le dio la espalda a la ciudadanía al desviar y apropiarse de los recursos públicos, para beneficio personal.
Señalar a la Iglesia de ser la causa de la derrota tricolor es absolutamente absurdo. El hastío  de la corrupción endémica es el origen.
En el 2018, en las elecciones para gobernador y presidente de la república, el tricolor tendrá contendientes fuertes de dos partidos: del PAN y de Morena; pero tendrá otro aún más fuerte: el mismo PRI, un Tyrannosaurus rex, que destroza y devora a sus propios candidatos, si no reconsidera que los electores no acuden a las urnas para tener que soportar virreinatos en cada entidad.     
Si bien el Papa Francisco no aprueba los matrimonios entre personas del mismo sexo, es sumamente respetuoso. Esto lo afirmó en un vuelo de regreso a Roma cuando un periodista le preguntó: ¿qué opinaba de las personas gay? A lo que el Sumo Pontífice respondió: ¿quién soy yo para juzgarlos? No hay que marginarlos, hay que integrarlos a la sociedad, expuso el obispo de Roma.
Miguel Ángel Yunes Linares, gobernador electo de Veracruz, tiene que pasar de la “Intención del bien”, del ofrecimiento de rescate, a los resultados tangibles. En caso contrario, dentro de dos años al PAN le podrían arrebatar de las manos la gubernatura, por el candidato o candidata de Morena, que si actúan con responsabilidad pueden posicionarse como un contendiente de mayor peso.   
rvazquez002@yahoo.com.mx